El Palacio de la Reina Consorte era el barrio reservado a las concubinas preferidas de los emperadores. Si miras con atención, podrás ver dos pares de círculos de hierro oxidado en la viga exterior. ¿Sabes para qué eran? A la emperatriz Wanrong, esposa del último emperador de China, Puyi, le encantaban los columpios, por lo que el emperador ordenó construir estos círculos para colgar uno.
Al lado está el Palacio de la Eterna Primavera. Si miras bien las paredes de los pasillos, verás que hay pinturas murales de las escenas de Sueño en el pabellón rojo, una de las novelas más famosas de China. El libro había sido prohibido por el gobierno Qing, ya que habla de la corrupción de la aristocracia. Sin embargo, la emperatriz viuda Cixí lo adoraba y encargó a unos pintores que realizaran el mural.
La última propietaria de este palacio fue Wenxiu, una esposa del emperador Puyi, que vivió aquí desde los trece hasta los dieciséis años. Wenxiu fue la primera y única mujer que se divorció de un emperador, en 1931.
Ahora, pon el audio en pausa, visita el palacio y luego vuelve a reproducirlo cuando llegues al Pabellón del Polo Supremo.
El pabellón del Polo Supremo merece una visita porque está muy bien conservado, con vigas pintadas y talladas. La última emperatriz viuda de la dinastía Qing, Longyu, vivió allí durante tres años. Incompetente e indecisa, en 1912 firmó un tratado en nombre de su hijo, el emperador Puyi, con un señor de la guerra a quien, quizás sin darse cuenta, entregó el poder político. A partir de ese momento, cayó en un declive tanto físico como psicológico y murió a causa de una enfermedad solo un año después.
El último de los seis palacios occidentales es el Palacio de la Eterna Longevidad, situado no muy lejos del Pabellón del Polo Supremo. Fue el hogar de varias concubinas en las dinastías Ming y Qing. En su interior hay una rica exposición sobre la vida de las concubinas de la dinastía Qing.
Curiosidad: el sistema de concubinas imperiales duró más de 3.000 años. La emperatriz, esposa oficial del emperador, tenía el rango más alto. Además de su consorte, el emperador solía tener otras esposas con diferentes títulos y numerosas concubinas, llegando hasta setenta, por no hablar de las mujeres que no eran reconocidas como tales pero que de todas formas estaban a su disposición.