Antes de que comiences la visita a la Ciudad Prohibida, es mejor que te de alguna información general que te ayude a entender mejor este antiguo palacio y la función de sus edificios.
Para empezar, aquí vivían miles de personas, no solo el emperador y su familia, compuesta por la emperatriz, las concubinas o segundas esposas, sus hijos y hermanos, tíos y primos. Piensa que algunos emperadores incluso tuvieron setenta concubinas y casi el mismo número de hijos.
Los diversos pabellones que se ven alrededor de los edificios principales estaban ocupados por centenares de sirvientes y guardias, por funcionarios, ministros y sobre todo por esclavos que cuidaban no solo de las mujeres, sino de toda la familia imperial.
Además de numerosas ceremonias públicas, como ceremonias de coronación, bodas y fiestas, aquí se celebraban todos los asuntos de Estado y se administraba toda China.
Los funcionarios del Estado se seleccionaban mediante exámenes muy estrictos que se celebraban en toda China y en los que participaban miles de estudiantes, no solo nobles, desde una edad temprana.
Para elegir a los funcionarios de alto rango, cada tres años se realizaban exámenes, presididos por el propio emperador, dentro de la Ciudad Prohibida. Duraban varias semanas y decenas de candidatos tenían que presentar redacciones sobre diversos temas, además de someterse a pruebas militares juzgadas directamente por el emperador. Solo el cinco por ciento de los candidatos lo superaban.
Nuestro largo recorrido te llevará por todos los edificios principales que se ubican a lo largo de tres ejes. El eje central, donde se encuentran los edificios más importantes, y dos caminos cortos a lo largo de los laterales que se pueden visitar a partir del Jardín Imperial. Por lo tanto, tendrás que volver al jardín para moverte de una zona a otra.
El Museo del Palacio está repartido en varios pabellones, con exposiciones de las colecciones imperiales, hallazgos arqueológicos, cerámica, pinturas, ropa y joyas de lujo.
Curiosidad: para evitar favoritismos, los candidatos a los exámenes imperiales se identificaban solamente por un número y no por su nombre, e incluso sus redacciones se volvían a copiar para evitar que alguien identificara a un candidato por su letra.