La dinastía Qing fue la última dinastía imperial en gobernar China. Se estableció en 1644 después de la caída de la dinastía Ming y duró hasta 1912. La etnia dominante en la dinastía Qing era manchú, y sus emperadores gobernaron sobre un vasto territorio que incluía no solo China, sino también Mongolia, Tíbet y Taiwán. Durante el período Qing, China experimentó un período de expansión territorial y prosperidad económica. El imperio Qing mantuvo un estricto sistema de gobierno centralizado y coexistió con las tradiciones y normas culturales chinas. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XIX, la dinastía Qing comenzó a enfrentar desafíos internos y externos, como la corrupción, las rebeliones y la creciente influencia occidental. Finalmente, en 1912, la dinastía Qing fue derrocada por la Revolución Xinhai, que llevó a la formación de la República de China. El período de la dinastía Qing es conocido por su rica herencia cultural, que incluye la arquitectura palaciega en Beijing y la producción de porcelana y seda de alta calidad.