Visitar la Gran Muralla desde Pekín es una experiencia extraordinaria.
En pocas horas se pueden alcanzar algunos de los tramos más espectaculares y mejor conservados de toda la construcción.
Cada sección tiene su propio carácter, y elegir cuál visitar significa decidir qué rostro de este inmenso monumento se desea conocer.
El tramo más famoso es Badaling, situado a unos setenta kilómetros de Pekín.
Es el más restaurado y accesible, con teleférico y caminos pavimentados, ideal para quienes quieren admirar la Muralla en toda su majestuosidad sin realizar grandes esfuerzos.
Aquí se percibe claramente su grandeza: las murallas se elevan por las montañas como un enorme dragón de piedra.
Más tranquilo y rodeado de naturaleza se encuentra Mutianyu, envuelto en bosques espesos y torres elegantes.
Este tramo, muy apreciado por familias y fotógrafos, ofrece vistas espectaculares en todas las estaciones, desde el verde intenso del verano hasta los tonos rojos y dorados del otoño.
Al suroeste de Pekín está Juyongguan, un histórico paso fortificado que servía de puerta de entrada a la capital.
Este lugar conserva antiguos templos e inscripciones que celebran el poder del Imperio, testimonio de su gran valor estratégico.
Más alejados, aunque aún accesibles en una excursión de un día, se encuentran los tramos de Jinshanling y Simatai, muy populares entre los excursionistas.
Aquí las murallas conservan su aspecto más auténtico, con menos restauraciones, y se extienden sobre crestas escarpadas que ofrecen panoramas impresionantes.
Un teleférico permite ascender rápidamente para disfrutar desde lo alto de esta obra maestra de la ingeniería antigua.
Visitar la Muralla desde Pekín no es solo una excursión turística: es un viaje a través del tiempo y la cultura china.
Una forma de comprender cómo el ingenio humano consiguió transformar la piedra y la montaña en un símbolo de eternidad.
Curiosidad: En la parte oriental del tramo de Simatai existe una sección especialmente empinada llamada “Escalera al Cielo”, con una inclinación de hasta ochenta grados y peldaños muy altos. Según una antigua leyenda local, el camino era tan difícil que “solo los dragones” eran capaces de recorrerlo sin detenerse.
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