Nada más entrar en la catedral quedarás impresionado, tanto por la altura de las naves como por la luz de colores que entra a través de las más de 200 vidrieras. La más grande es el rosetón central, de Rowan LeCompte. Tiene un diámetro de más de ocho metros y representa la Creación. Aunque el artista ha intentado utilizar todos los colores, en la parte del león predominan el rojo, el gris, el verde y el marrón, que representan respectivamente el fuego, el aire, el agua y la tierra, los cuatro elementos de la naturaleza según la cultura griega.
Sin embargo, la vidriera más famosa es la Space Window, ya que contiene una piedra de 7,18 gramos procedente de la Luna que los astronautas del Apolo 11 donaron a la catedral.
El interior es de estilo neogótico, aunque algunas capillas laterales son de estilo normando y románico.
El gran púlpito, desde el que Martin Luther King pronunció su último sermón y desde el que han hablado todos los presidentes de los Estados Unidos, incluso el Dalai Lama, se esculpió siguiendo la forma del púlpito de la catedral de Canterbury.
El altar mayor, llamado Altar de Jerusalén, se realizó con piedras provenientes de una cantera de Tierra Santa de la que, según la leyenda, se extrajeron los materiales para la construcción del famoso Templo de Salomón.
Tiene un tamaño lo bastante grande como para que se pueda ver nada más entrar, y la cruz que lo corona mide seis metros de alto. En el suelo, en frente del altar, hay diez piedras procedentes de la Capilla de la Santísima Trinidad, situada en la cima del Monte Sinaí, que simbolizan los diez mandamientos.
Entre sus numerosas capillas, destacan la de los niños, única en su estilo, y la de Belén, la primera en celebrar actos religiosos desde 1912.
A lo largo de las naves hay numerosas estatuas; algunas son de personajes tan famosos que podrás reconocerlos sin ayuda, como el papa Juan XXIII, la Madre Teresa de Calcuta, Abraham Lincoln o Martin Luther King.
Curiosidad: el eje este-oeste de la catedral se desvía un poco del centro. Los extremos de la nave no están unidos por una línea recta, sino que hay una desviación de veinte centímetros. El error es voluntario. Al igual que las catedrales medievales, se construyó con errores para poner de manifiesto que la perfección pertenece solo a Dios.