La National Gallery de Washington posee cuatro de los 35 cuadros atribuibles a Jan Vermeer, alias de Johannes Van der Meer, uno de los pintores más famosos del mundo.
Esta obra, titulada La tasadora de perlas, resulta de especial interés porque presenta muchas características de su estilo genuino.
Heredero del realismo fotográfico de los flamencos, hasta el punto de que en sus obras se percibe incluso el polvo alcanzado por la luz, Jan Vermeer era capaz de cargar sus pinturas de simbolismo aunque representara escenas simples de la vida cotidiana.
El cuadro representa a una muchacha con un abrigo azul, con una mano en una balanza, de pie frente a una mesa sobre la que hay un joyero abierto del que salen dos collares de perlas y uno de oro. Pero, si observas con atención, detrás de la chica hay un cuadro del Juicio Final y, frente a ella, un espejo.
Esto nos permite entender su significado: es como si la joven estuviera reflexionando sobre el Día del Juicio y pesando su propia vanidad y riqueza en comparación con su virtud moral.
El pintor holandés realizó este óleo entre 1662 y 1663, y se inspira en la parábola de Jesús, en la que un vendedor de perlas en busca del paraíso descubre que ha encontrado la perla más valiosa en el momento en el que decide vender todas sus posesiones. De hecho, Vermeer era creyente católico.
Para conseguir tal realismo, se dice que Vermeer usaba la cámara oscura, una caja que servía para reflejar una imagen sobre el lienzo a través de espejos, y que servía para reproducir mejor la luz. Este instrumento producía desenfoques que, a veces, se pueden ver también en los lienzos.
Curiosidad: Vermeer tardaba meses en realizar una obra y en toda su vida terminó solo unos cincuenta cuadros, de los que quince se han perdido. Por tanto, no ganaba mucho dinero y tenía 11 hijos que mantener. Murió con tan solo 43 años, sumido en la pobreza. Además, sus obras fueron subastadas y cayeron en el olvido. Su famoso cuadro La joven de la perla, que ahora vale decenas de millones de dólares, se vendió en 1882 por dos guineas y treinta centavos, poco más que calderilla.