¡El barrio latino es uno de los lugares más animados de París!
A la altura de la fachada de Notre Dame, cruza un pequeño puente sobre el Sena y te encontrarás en una placita: desde la Île de la Cité, la isla en la que nació París, en pocos pasos llegas hasta la rive gauche, la orilla izquierda del Sena, donde los romanos fundaron el campamento llamado Lutetia.
En esta zona, de hecho, aún puedes encontrar importantes restos arqueológicos: por ejemplo, en los límites del barrio puedes ver las gradas redondas de la arena que en época romana estaba fuera del trazado de las murallas, mientras que para ver las espectaculares ruinas de las termas debes visitar el edificio tardogótico que alberga el Musée de Cluny.
El "Barrio Latino" está atravesado por la calle más antigua de París, con cerca de dos mil años de antigüedad: era el cardus maximus, el eje norte-sur del antiguo campamento romano, que en la Edad Media se rebautizó como rue Saint-Jacques: desde aquí, más allá de las murallas construidas por el rey Felipe Augusto, partían los peregrinos en su camino hacia Santiago de Compostela y luego embarcarse para las Cruzadas.
En el centro de la rive gauche verás la Sorbona, la universidad más antigua de Europa al norte de los Alpes. Se levanta en la cima de la colina de Sainte Geneviève, Santa Genoveva, patrona de París, y lleva el nombre del capellán Robert de Sorbon, al que el rey Luis IX el Santo confió un grupo de casas para que diera sus cursos de teología.
El Barrio Latino es el guardián de la memoria del pequeño y fascinante París medieval, muy diferente de la metrópolis marcada por la grandeur que se levanta al otro lado del Sena. Naturalmente los turistas se agolpan en Notre Dame o la Sainte Chapelle, pero puedes ir en busca de muchas otras antiguas iglesias medievales, románicas y góticas, casi tan bellas. Sólo en las inmediaciones de la Sorbona encontrarás al menos tres, sin contar las de origen antiguo pero profundamente reformadas.
CURIOSIDAD: el Barrio Latino es el escenario de muchas historias divertidas. Un tintorero enemistado con un cochero deshonesto entró de noche en su establo y le tiñó el caballo de verde. El cochero pensó que el animal estaba endemoniado y salió despavorido derramando una jarra de vino. El caballo se lo bebió, se emborrachó y sembró el caos en el vecindario. Todavía hoy se dice que por el barrio aparece de vez en cuando un extraño caballo...