¡El Grand y el Petit Palais se encuentran entre los lugares más mágicos de París!
Tal vez no lo sepas, pero una regla estipulada por la Comisión Internacional para las grandes exposiciones establecía y establece que los pabellones deben desmontarse tras la finalización del evento, para respetar precisamente su carácter provisional y excepcional. Pero los organizadores parisinos han sido siempre muy hábiles a la hora de eludir esta regla: por ejemplo, dos de los principales pabellones construidos justo antes de la Exposición Universal de 1900 no se desmantelaron, gracias al simple truco de afirmar que no se habían construido "específicamente" para el evento.
Los dos "pabellones" son precisamente los que tienes delante de ti, el Grand Palais y el Petit Palais. Del mismo modo, también la Torre Eiffel, se mantuvo en su lugar después de la Expo de 1889, a pesar de las muchas controversias que había suscitado.
El Grand Palais y el Petit Palais se construyeron uno frente al otro en una ubicación estratégica dentro del espacio arbolado entre los Campos Elíseos y el nuevo y ancho puente de Alejandro III, construido este con ocasión de la Expo de 1900, y que permite que las miradas se dirijan hacia la cúpula de los Inválidos.
Ten en cuenta que era precisamente la organización de Exposiciones Internacionales lo que marcó, durante la segunda mitad del siglo XIX, las etapas del progreso tecnológico e industrial, de la evolución de los estilos artísticos y arquitectónicos y de la afirmación de las principales ciudades como puntos de referencia mundial. Cada nueva Exposición era una ocasión para el ordenamiento de los nuevos e inmensos barrios y para mostrar innovaciones extraordinarias y producciones espectaculares, capaces de atraer a millones de personas.
Concretamente, para la grandiosa Exposición Universal de 1900, debes saber que se inauguró un revolucionario sistema de iluminación pública, así como la primera línea de metro, con las maravillosas señales de estilo modernista diseñadas por Hector Guimard.
CURIOSIDAD: la Exposición Universal del año 1900 duró aproximadamente ocho meses, y tuvo la asombrosa cifra de cincuenta millones de visitantes. Entre ellos estuvo el gran pintor Henri de Toulouse-Lautrec, uno de los máximos protagonistas de la Belle Époque, todavía joven pero ya muy enfermo, por lo que era trasladado entre los pabellones en una silla de ruedas. Otro visitante ilustre fue el novelista Marcel Proust, que siempre tenía frío, por lo que paseaba entre los pabellones con dos capas forradas de piel, una encima de la otra.