La "verdadera" Sainte Chapelle no está en la planta baja, sino que es la maravilla que te espera en la planta superior, en su momento reservada a la corte real y a algunos otros privilegiados.
El arquitecto Pierre de Montreuil, al que se atribuye con razonable certeza el proyecto, tuvo la genial idea de introducir en los muros refuerzos metálicos, que permitieron reducir las paredes convirtiéndolas casi en sutiles y elegantes marcos de los ventanales con vidrieras multicolores. El edificio pierde así su consistencia, y parece una pura arquitectura de la luz, transparente e inmaterial.
Pero ahora es el momento de que te sumerjas en la contemplación de los más de 1.100 paneles de las vidrieras, que pintan el espacio interior de mil colores de fábula. El tema de las vidrieras son los episodios del Antiguo Testamento, centrados especialmente en los reyes del antiguo Israel, con el fin de anticipar y legitimar religiosamente el trono sagrado de la monarquía francesa. También las estatuas de los reyes de la Biblia esculpidas en la catedral de Notre Dame se refieren a la misma lógica simbólica. En la primera ventana a la derecha puedes seguir la historia de las reliquias conservadas en la capilla.
La luz también entra por el gran rosetón, la ventana circular de la fachada, cuyas vidrieras del siglo XV tienen como tema el Apocalipsis.
Durante la Revolución francesa, la capilla quedó devastada y las reliquias se dispersaron, y por desgracia debes tener en cuenta que las necesarias restauraciones decimonónicas han alterado parcialmente el aspecto original de la capilla. Por ejemplo, sólo seis de las estatuas de los Apóstoles adosadas a los pilares son del siglo XV, las otras seis son del XIX. Las dos profundas hornacinas que ves a los lados del altar eran las tribunas reservadas para la familia real. El baldaquino que en otro tiempo contenía las reliquias de Tierra Santa es una copia del original, destruido durante la Revolución. Cerca del 60% de las vidrieras de la Sainte Chapelle datan del siglo XIII; las partes restantes se han añadido con el paso del tiempo o se han sustituido en varias campañas de restauración, pero al menos en este aspecto el efecto general es de absoluta armonía e integridad.
CURIOSIDAD: como puedes imaginar, después de la Revolución, la Sainte Chapelle se encontraba en un estado lamentable. Afortunadamente, en 1831, Victor Hugo publicó Nuestra Señora de París, y su clamoroso éxito puso en boga el estilo medieval y aceleró su restauración. En resumen, ¡que una novela salvó el monumento!