El proyecto que más entusiasmaba a Luis XIV era el de una gran galería para las recepciones oficiales, que debía impresionar a los embajadores e invitados prominentes: es la Galerie des Glaces, la Galería de los Espejos, donde estás ahora. La galería ocupa toda la fachada oeste del palacio (es decir, la parte de atrás, con vistas a los jardines), con una longitud de 73 metros, y separa los aposentos del rey de los de la reina.
Esta galería es ciertamente el espacio más espectacular del palacio real. Te permite entender inmediatamente el extraordinario sentido teatral de Luis XIV, que sabía transformar cada acto, desde los más íntimos a los más estrictamente oficiales, en una ceremonia destinada a impresionar a cortesanos, visitantes y súbditos. Con motivo de las visitas de Estado, la presentación de los invitados al rey seguía un complicado ceremonial, con una serie de inclinaciones y reverencias que se desarrollaban a todo lo largo de la inmensa galería. Su decoración se confió al pintor Charles Le Brun, director de la Academia de Bellas Artes y considerado el "príncipe" de los artistas franceses de la segunda mitad del siglo XVII.
Frescos, estucos y dorados se funden con la luminosa arquitectura, multiplicada por los reflejos de los espejos: todo contribuye a celebrar y glorificar al rey. Incluso la luz que entra a través de las grandes ventanas y resplandece en los espejos sugiere la identificación entre Luis XIV y el mítico dios del sol de la antigüedad: Apolo.
En los extremos de la Galería de los Espejos se encuentran, con evidente significado simbólico, el Salón de la Guerra y Salón de la Paz. En el primero se celebran las victorias militares de Francia contra las naciones vecinas (España, Alemania, Holanda), mientras que el segundo se redecoró en pleno siglo XVIII, durante el reinado de Luis XV.
La visita al interior del palacio real concluye por lo general con las estancias de los Aposentos del rey, con un mobiliario de exquisita elegancia.
CURIOSIDAD: el palacio real de Versalles está construido siguiendo los órdenes arquitectónicos tradicionales de la antigüedad, reutilizados en los tratados y en las edificaciones renacentistas y barrocas. Pero si observas los capiteles de las columnas de la Galería de los Espejos, verás que son realmente especiales: se entrelazan el gallo, antiguo símbolo de la nación gala, el lirio, que representa la corona francesa, y el sol, obvia referencia a Luis XIV. Se trata de un nuevo orden, llamado "francés".