ACCADEMIA CARRARA

Sala 2 Y Sala 3

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Te recibe un pequeño pero valioso cuadro de 1441: el Retrato de Leonello de Este, marqués de Ferrara, obra del pintor Pisanello, uno de los máximos exponentes del Primer Renacimiento.

Te habrás dado cuenta de que el rostro de perfil recuerda al estilo de las monedas. De hecho, Pisanello era un aclamado grabador de la época. Es de admirar cómo el artista consigue plasmar en detalle las características del rostro, los dibujos y los bordados del precioso tejido. La rosaleda del fondo alude al Paraíso terrestre.

 

Pasa ahora a la Virgen con el Niño, de Andrea Mantegna, cuadro que el célebre pintor realizó en torno a 1475, justo después de haber terminado la famosa Cámara de los Esposos de Mantua.

La obra forma parte de una serie de Vírgenes con el Niño, de pequeño formato, que Mantegna había pintado para clientes privados y no para un lugar sagrado.

Parece que las dos figuras en primer plano están en relieve. El ambiente presenta un aire cargado de preocupación: aunque se estén abrazando afectuosamente, notarás que las dos figuras no se miran. La Madre parece presagiar el futuro del Hijo y, el pequeño, en su triste expresión, presiente su doloroso camino. De hecho, la pulsera de coral rojo que el Niño lleva en la muñeca, es un símbolo de la Pasión de Cristo.

Detente a observar el resultado de la técnica de la pintura al temple que usaba Mantegna. Utilizaba un magnífico azul de lapislázuli, un color que se obtenía moliendo este valioso mineral proveniente de Afganistán.

Puedes comparar esta obra con otra Virgen con el Niño de finales del siglo XV presente en esta misma sala, la de Carlo Crivelli. Enseguida te llamarán la atención los colores vívidos y la presencia de hortalizas, plantas y frutas, además de las espléndidas figuras de la Virgen y del Niño.

El lienzo propone varias simbologías: la manzana que sujeta el Niño en la mano representa el pecado original; el clavel y la cereza, con su color rojo sangre, recuerdan la Pasión, y el pepino simboliza la Resurrección. El paño rojo que separa a Madre e Hijo del paisaje de fondo, con pequeñas calles que pasan entre los árboles, alude a la división entre el mundo divino y el terrenal.

 

Curiosidad: para que no se caiga el frágil color de la Virgen con el Niño de Mantegna, unos muelles colocados en el marco mantienen la tela de lino en tensión constantemente.

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