El monasterio de Astino nació con una impronta románica lombarda, caracterizada por volúmenes sencillos, muros sobrios y aberturas comedidas, pero fue reorganizado en época renacentista, otorgando mayor importancia a la funcionalidad de los espacios.
El complejo actual se estructura en torno a la iglesia del Santo Sepulcro, con planta lineal y un transepto que dibuja una cruz en forma de letra T.
En torno a la iglesia se agrupan los edificios monásticos: el claustro, la sala capitular para las reuniones de los monjes, el dormitorio, el refectorio destinado a las comidas comunes y, más hacia el exterior, los espacios de servicio como cocinas, bodegas, graneros y cuerpos rurales vinculados a los huertos y a las terrazas del valle.
Cuando se llega al claustro, se comprende por qué los monjes lo consideraban el corazón operativo del monasterio: cuatro galerías cubiertas conectaban el oratorio, el refectorio, el dormitorio y la sala capitular, es decir, el lugar donde la comunidad monástica se reunía cada día para leer un “capítulo” de la Regla, tratar asuntos disciplinarios y administrativos, admitir novicios, elegir o confirmar al superior y, en general, tomar decisiones comunitarias.
El refectorio, amplio y bien proporcionado para favorecer la escucha de la lectura durante las comidas, conserva la memoria del gran lienzo de la “Última Cena” de Alessandro Allori, concebido en 1582 como recordatorio visual del sentido comunitario del alimento compartido.
Las bodegas y los espacios subterráneos, hoy a menudo utilizados para exposiciones y eventos, evocan la antigua vocación agrícola: gracias a la frescura natural de los muros, aquí se conservaban el vino y las provisiones, fruto del trabajo en los campos.
Las visitas suelen estar disponibles los fines de semana, en los horarios indicados en el lugar, con la posibilidad para los grupos de organizarse con guía propia cuando está previsto. Dado que los horarios y las disposiciones pueden variar según la programación cultural o las celebraciones litúrgicas, conviene comprobar siempre las actualizaciones publicadas por la Fundación MIA antes de emprender la visita.
Curiosidad: debes saber que también existe una rama femenina de la orden monástica vallombrosana: las Benedictinas vallombrosanas, instituida en 1266 por Santa Humildad de Faenza. Fue fundada por Rosanna Negusanti, quien al tomar los votos adoptó el nombre de Humildad y, tras su muerte, fue proclamada santa. Su instituto sigue presente hoy con pequeñas comunidades, por ejemplo, en San Gimignano.
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