La iglesia del Santo Sepulcro de Astino es el corazón litúrgico del antiguo monasterio.
Consagrada en 1117, presenta una planta en cruz commissa, es decir, con forma de letra T. Este esquema permitía una buena visibilidad del altar durante las celebraciones.
El día de su consagración como lugar de culto, se cuenta que se depositaron en el interior del altar reliquias relacionadas con el Santo Sepulcro, para crear un vínculo simbólico con Jerusalén.
En el siglo XVI, la iglesia fue renovada tanto en su estructura como en su decoración. El abad Silvestro de’ Benedictis promovió la construcción de la capilla del Santo Sepulcro —un espacio devocional— mientras que, a partir de la década de 1540, se emprendió una profunda reestructuración. Se realizaron la nueva sacristía, el campanario y, sobre todo, se amplió el presbiterio, la zona donde se encuentra el altar mayor.
A esa época pertenece también un ciclo de frescos de notable calidad, realizados por los reconocidos talleres artísticos de dos familias de la zona de Bérgamo: los Baschenis y los Guarinoni.
Gracias a cuidadosos trabajos de restauración, han salido a la luz fragmentos significativos de los frescos originales, visibles hoy en la bóveda y en las paredes, junto a intervenciones del siglo XVII que completan el conjunto.
Durante el Seiscientos, de hecho, la decoración siguió enriqueciendo el interior. Artistas como los pintores Giuseppe Brina, Bernardo Sanza, Antonio Cifrondi y Andrea Pelli renovaron los estucos y los elementos ornamentales, creando una armoniosa mezcla entre la pintura del siglo XVI y la más exuberante decoración barroca. La nave abovedada también acoge recuadros con santos de la orden vallombrosana, enmarcados por molduras de estuco.
El resultado actual es el de un conjunto equilibrado: románico en su estructura, reformado en las proporciones del presbiterio y barroco en sus superficies.
Curiosidad: por su vínculo con el Santo Sepulcro, esta iglesia fue elegida como lugar de sepultura de importantes miembros del clero. Por ejemplo, aquí fueron enterrados dos obispos de Bérgamo: Gregorio, en 1146, y Algisio da Rosciate, en 1267.
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