Cuando, en 2021, la “Última Cena” de Alessandro Allori fue recolocada en el refectorio del antiguo monasterio de Astino —el espacio para el que fue pintada en 1582—, la obra recuperó su función original de “imagen-puente” entre la comida de los monjes y la palabra de Dios.
La obra había sido encargada precisamente para este lugar en 1580 por el abad don Calisto Solari, y llegó desde Florencia en 1583.
Como ya te he mencionado, el tema de la Última Cena no es casual: en el refectorio los monjes comían en silencio mientras un lector recitaba pasajes de textos sagrados, y el gran lienzo transformaba la comida cotidiana en un recordatorio visual del banquete evangélico y del sentido comunitario del alimento compartido.
La composición concentra la atención en el trío central —Jesús, Juan y Judas— en el momento en que Cristo identifica a quien lo traicionará.
Allori, figura destacada de la pintura florentina del tardo manierismo, personaliza el fondo del cuadro con una pared de madera que resalta la luminosidad de los ropajes y, sobre todo, amplifica la “mesa” como una naturaleza muerta simbólica: panes ázimos y hogazas partidas, vino y utensilios se convierten en señales teológicas del sacrificio eucarístico y de la Pascua judía, haciendo del cuadro una lección de catecismo además de una obra maestra pictórica.
Las vicisitudes de conservación del lienzo cuentan una historia de supresiones y redescubrimientos. A finales del siglo XVIII, el cierre del monasterio por decreto napoleónico implicó el traslado del cuadro desde el refectorio a otros espacios de la ciudad; en el siglo XIX la tela pasó al Palazzo della Ragione, en la Ciudad Alta, donde permaneció durante largo tiempo poco valorada y oscurecida. Entre 2012 y 2013 se realizó una restauración “de revelación”, eliminando repintes y depósitos y recuperando la paleta original. El paso siguiente fue devolver la obra a su refectorio en Astino.
Curiosidad: Allori realizó en 1582 dos versiones del mismo Cenáculo, una para Astino y otra, al fresco, para el refectorio menor del monasterio del Carmine en Florencia. Compararlas es revelador: son casi idénticas, pero en el “gemelo” florentino aparecen retratados, en dos recuadros situados en la parte inferior a lados opuestos, a la derecha el pintor y a la izquierda el comitente.
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