Este antiguo castillo, construido durante la Alta Edad Media y ampliado en el siglo XVII por los genoveses como fortaleza defensiva, se ha restaurado por completo. Ahora podrás admirar la antigua estructura arquitectónica y las magníficas salas.
En su interior se encuentra el Museo Civico Ubaldo Formentini. Fundado en 1873, se estableció aquí hace pocos años y, a través de numerosos y valiosos hallazgos, entre ellos utensilios de la Edad del Hierro, esculturas romanas, vajillas y monedas, reconstruye la rica historia de la ciudad y de sus alrededores, desde la Edad de Piedra hasta la Baja Edad Media.
La sección más especial es la que muestra las Statue Stele, parecidas a otras que se han encontrado en Europa, que representan figuras humanas estilizadas y se remontan nada más y nada menos que 5.000 años atrás.
Probablemente, estas estatuas funcionaban como divinidades protectoras fuera del espacio habitado y de las necrópolis. Sin embargo, nadie ha descubierto su función real ni, sobre todo, qué población las esculpió. Su uso se difundió desde Portugal hasta Ucrania, en lugares que distan miles de kilómetros entre sí. Las estatuas que ves provienen de Lunigiana, en el interior de la Spezia.
Una vez terminada la visita del museo, antes de salir, no te pierdas las magníficas vistas del golfo y de la ciudad que hay desde la torre del castillo.
Si aún no lo has hecho, te recomiendo que recorras a pie la calle 27 marzo hasta el centro de la ciudad. Podrás contemplar la zona en la que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se construyeron los edificios más bonitos de la ciudad, de estilo neorrenacentista, barroco y, sobre todo, modernista. El paseo te lleva a Piazza Verdi, donde se encuentran los arcos del escultor francés Daniel Buren, y continúa hasta los preciosos jardines del siglo XIX, que albergan numerosas palmeras centenarias y curiosísimos parterres que llegan hasta el paseo marítimo.
Me despido con una curiosidad: mediante un decreto del 26 de octubre de 1609, los genoveses establecieron, bajo pena de muerte, que el dueño del castillo, que tenía que ser un noble, no podía salir al exterior de la fortaleza.
¡Menuda ocurrencia! ¿No crees?