Monterosso es la más grande de las Cinque Terre. Con el trascurso de los años, se han construido casas para los veraneantes y modernas estructuras como hoteles y restaurantes, atraídos por la presencia de preciosas playas de guijarros blancos. Por este motivo, es un lugar de encuentro para los jóvenes, y en verano está siempre atestada de bañistas.
El pueblo se divide en dos partes distintas, separadas por una breve galería que pasa bajo un pequeño montículo rocoso, llamado Colle dei Cappuccini debido a la presencia del convento de los Capuchinos. La zona más reciente se llama Fegina, que es donde se encuentran las playas y la estación de tren, y la otra parte es el antiguo pueblo medieval, fundado en el siglo X después de Cristo.
La parte vieja de Monterosso es pequeña y se caracteriza por la presencia de pórticos de lo más variopintos y de las tradicionales casas-torre, que se extienden por la colina entre escalinatas y fascinantes carruggi, donde encontrarás rincones y placitas de extravagante belleza.
Busca la iglesia de San Juan Bautista, que representa un extraordinario ejemplo de estilo gótico genovés. Se construyó entre los siglos XIII y XIV, y se reformó en época barroca. La fachada data de 1307 y está decorada con el típico estilo genovés de rayas blancas, de mármol, y negras, de serpentina. En la parte superior de la entrada, verás un espléndido rosetón de mármol y, sobre la luneta de la puerta, un fresco del siglo XVIII que representa el bautismo de Cristo por parte de San Juan.
En su interior, de tres naves, la decoración a rayas bicolores se encuentra también en las columnas y en los arcos. Alberga dos valiosos lienzos del siglo XVII, mientras que el altar data de 1734.
Si tienes tiempo, sube al convento de los Capuchinos, al que se accede por una escalinata situada en la parte medieval del pueblo: desde el patio de la iglesia, se disfruta de unas vistas espectaculares. La iglesia de San Francisco, también con la fachada de rayas blancas y negras, custodia numerosos cuadros, entre ellos una Crucifixión que algunos atribuyen al gran pintor flamenco Van Dyck.
Me despido con una curiosidad: en Monterosso residía, en la Fegina, el poeta italiano más importante del siglo XX, Eugenio Montale, premio Nobel de Literatura que escribió aquí muchas de sus obras, entre ellas la más famosa, Huesos de sepia.