El Castillo de Riomaggiore, conocido también como Castillo de los Marqueses Turcotti o Castellazzo de Cerricò, domina desde lo alto el pueblo y es uno de los símbolos históricos más reconocibles del lugar.
Sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XIII, cuando los marqueses Turcotti, señores de la zona, decidieron levantar una fortificación para proteger a la comunidad. Con el paso del territorio al control de la República de Génova, en el siglo XV el castillo fue reforzado y ampliado, consolidando así su función defensiva a lo largo de la costa.
Desde el punto de vista arquitectónico, el edificio presenta una planta regular de forma cuadrangular, con sólidas murallas de piedra local que le confieren un aspecto austero, aunque perfectamente integrado en el paisaje circundante. Dos torres circulares situadas en las esquinas reforzaban la estructura, haciéndola más resistente frente a los ataques y apta para albergar puestos de defensa. El conjunto es sobrio y funcional, característico de la arquitectura militar ligur de la época.
Más allá de su valor histórico, lo que más impresiona es su ubicación. Desde la explanada que se abre frente a la entrada se disfruta de una vista espectacular del mar de Cinque Terre y de las coloridas casas de Riomaggiore, que parecen trepar hasta los muros del castillo.
En el interior, los espacios son sencillos y carecen de decoración monumental, como suele ocurrir en las construcciones de origen militar. En siglos más recientes, el castillo atravesó periodos de deterioro, pero gracias a importantes obras de restauración ha recuperado su integridad y su función. Hoy está abierto al público y se utiliza para eventos culturales, exposiciones y muestras temporales.
Curiosidad: durante siglos, los habitantes han llamado cariñosamente a esta fortificación “el Castellazzo”. El término, típico del dialecto ligur, subraya no solo la robustez del edificio, sino también el vínculo profundo que une a la población con su antiguo bastión, percibido ya no solo como una fortaleza militar, sino como un símbolo colectivo y parte esencial de la identidad del pueblo.
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