BELLAGIO

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Bellagio es una de las ciudades turísticas de mayor renombre internacional, conocida como «la perla del lago». Pero, ¿qué la hace tan especial?

En primer lugar, su posición estratégica, perfecta en su día para controlar una gran parte del lago que, como sabes, tiene forma de «Y» invertida. El promontorio sobre el que se alza Bellagio, que culmina en Punta Frangivento, es precisamente el punto donde se divide el lago en dos ramas, la de Como y la de Lecco.

Como puedes imaginar, el encanto de este lugar ha atraído a gente adinerada en todas las épocas, pero el verdadero auge como centro turístico se produjo entre finales del siglo XVIII y el XIX, cuando empezaron a construirse villas impresionantes, como Villa Melzi, y los primeros hoteles de lujo.

Para descubrir el verdadero encanto de Bellagio, hay que adentrarse en su centro histórico, conocido como el Borgo, pasear por sus callejuelas, como la Salita Serbelloni, y llegar hasta la plaza donde se encuentra la antigua Iglesia de San Giacomo, construida entre el año 1100 y 1200 en estilo románico.

Si visitas Bellagio entre marzo y noviembre, te recomiendo que reserves una visita guiada al Parque de Villa Serbelloni, ya que no puede visitarse de otra forma.

En el promontorio donde se encuentra Villa Serbelloni ya existía un castillo en el año 475 d. C., el cual sufrió remodelaciones y dominaciones durante varios siglos que terminaron con su demolición en 1375. Después, hacia 1500, el marqués Stanga ordenó construir allí una vivienda, que fue sustituida cuarenta años más tarde por la del general Ercole Sfondrati. En 1788, la propiedad pasó a manos del conde Alessandro Serbelloni, quien, según se dice, gastó una auténtica fortuna en la creación del maravilloso parque, dentro del cual serpentean senderos y avenidas que recorren un total de 18 kilómetros.

Tras convertirse en hotel durante algunas décadas a finales del siglo XIX y principios del XX, una acaudalada estadounidense, Helena Holbrook Walker, compró la villa en 1928. Tras morir allí en 1959, la heredó la Fundación Rockefeller, que aún la gestiona en la actualidad.

 

Curiosidad: Helena Walker, descendiente de una adinerada familia que poseía una importante destilería de whisky en Ontario, se trasladó aquí cuando se casó con su tercer marido, el príncipe italiano Alessandro di Torre e Tasso.

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