Aunque Sorrento no forma parte de los municipios de la Costa Amalfitana, al estar situado a poca distancia, es un destino que no te puedes perder.
Es uno de los pueblos más bonitos de la península sorrentina, un promontorio de piedra caliza que se extiende incluso bajo la superficie del agua y resurge con la isla de Capri.
A diferencia de las localidades de la Costa Amalfitana, aquí hay playas más amplias, como: Marina Grande, rodeada por el pueblo del mismo nombre, donde se pueden ver las barcas de los pescadores y vislumbrar, a lo largo del camino que baja a la playa, una antigua puerta romana; Meta di Sorrento, la playa más larga; o los Bagni della Regina Giovanna, que deben su nombre a Juana de Anjou, reina del reino de Nápoles en el siglo XIV.
Además del mar y las playas, la ciudad es famosa por sus calles empedradas, sus animadas tiendas de artesanía y sus terrazas con vistas al mar.
El centro histórico, con su maraña de callejuelas y plazas, está dominado por la Catedral de Sorrento, dedicada a los santos Felipe y Santiago. Se construyó a principios del siglo XII, pero se amplió y modificó en etapas posteriores entre los siglos XV y XVI. La fachada, bastante sencilla, es un ejemplo de renovación neogótica de principios del siglo XX, mientras que el interior, ricamente decorado, conserva obras de arte barrocas y un valioso altar mayor.
Al pasear, encontrarás varios edificios históricos de gran belleza, de los que me gustaría destacar dos en particular.
El primero es el Palazzo Veniero, de estilo árabe-bizantino, con majestuosas ventanas arqueadas y una elaborada decoración de toba. El segundo es el edificio que alberga el Museo Correale, dispuesto en cinco niveles y rodeado de un parque con árboles de cítricos y terraza panorámica, del que hablaré con más detalle a continuación.
Si decides comer o cenar en Sorrento, no olvides probar el plato típico de esta ciudad: los ñoquis a la sorrentina, condimentados con salsa de tomate y gratinados al horno con mozzarella fundente.
Curiosidad: en 1544, el famoso escritor italiano Torquato Tasso, autor del poema La Jerusalén libertada, fue bautizado en la catedral.