CATACUMBAS DE LOS CAPUCHINOS

Catacumbas De Los Capuchinos

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las Catacumbas de los Capuchinos, el impresionante cementerio subterráneo de Palermo.

El cementerio subterráneo de los frailes, mal denominado Catacumbas de los Capuchinos, se construyó en 1599 por una curiosa razón. Algunos frailes, que habían entrado en la fosa de las tumbas del convento para recuperar los huesos y colocarlos en un lugar especial, vieron decenas de cuerpos de sus hermanos perfectamente intactos que parecían dormidos. Profundamente sorprendidos, observaron las condiciones particulares que habían permitido una momificación natural, para desarrollar a su vez una técnica eficaz que permitiera conservar los cuerpos de los difuntos. Estos se dejaban drenar y secar en cuartos secos especiales durante un año aproximadamente, después de haberles sacado los órganos internos, y luego se les lavaba y vestía para exponerlos a lo largo de las paredes o colocarlos en nichos. Después intervenían los familiares, que durante tres años tenían que mantener los cuerpos tratándolos con cera, para preservarlos de la degradación.

Al principio, el cementerio estaba reservado solo para los frailes del convento, pero luego se abrió también a los demás, siempre y cuando contribuyeran a la construcción de la iglesia. El primer «no fraile» enterrado aquí fue, en 1570, Francesco D’Ávalos, hijo de un marqués benefactor de los capuchinos, al que siguió su padre un año más tarde.

En las amplias galerías se colocaron en el trascurso de los años unos 8.000 difuntos completamente vestidos y 1.252 momias, divididas por sexo y clase social. En los distintos sectores se pueden reconocer, a menudo unidos por alambres de hierro y colgados grotescamente en la pared, eclesiásticos, comerciantes, burgueses con elegantes vestidos de fiesta, oficiales con uniforme de gala, chicas que murieron sin haberse casado vestidas de novia, familias enteras, a veces de pie en altas estanterías, bordeadas por finas barandillas en forma de balcón, y también numerosos niños.

La ropa, aunque esté estropeada, es original y constituye un documento histórico excepcional que nos permite conocer la moda de la época.

 

Me despido con una curiosidad: busca a Rosalia Lombardo, una niña que murió en 1920 cuando tenía dos años y embalsamada por un especialista que consiguió, gracias a una complicada fórmula química, mantener su aspecto intacto como si estuviera durmiendo.

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