El oratorio del Rosario, cerca de la iglesia de Santa Cita, es una obra maestra muy refinada del yesero Giacomo Serpotta.
Los oratorios eran lugares donde los miembros, nobles o ricos comerciantes, se reunían para rezar el rosario, es decir, una serie de Ave Marías, a veces seguidas de los salmos. La costumbre creció después de la batalla de Lepanto de 1571: según la leyenda, la oración llevó a la Virgen a desbaratar la flota musulmana con el viento, lo cual supuso la victoria de los cristianos.
La Compañía del Santísimo Rosario de Santa Cita, una de las más ricas y prestigiosas de Palermo, quiso que decorara el oratorio el célebre yesero Giacomo Serpotta, que tenía mucha fama gracias al éxito alcanzado con otros dos oradores de Palermo. El artista logró crear, en treinta y dos años de trabajo, entre 1686 y 1718, una obra maestra que transformó el aula en un ambiente refinado y luminoso.
En las paredes se pueden ver los Misterios Gozosos y Dolorosos, cuyas figuras interpretan la representación sagrada, rodeadas de querubines que imitan lo que sucede en las grandes escenas.
Fíjate también en la pared de la entrada, bajo la cual se sentaban las eminencias, y verás la invención de una magnífica tela de estuco. Aquí encontrarás los Misterios Gloriosos y la representación de la Virgen entregando el rosario a Santo Domingo, que se cierne sobre la escena de Los Barcos en Lepanto. La famosa batalla no está narrada, sino que está simbolizada por los elocuentes niños de abajo: el de la izquierda, victorioso, representa el cristianismo, el de la derecha, amenazado por fusiles, descontento y con la mano sobre un turbante, es el derrotado Islam.
El altar se construyó entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, mientras que el magnífico lienzo que representa a la Virgen del Rosario es una obra de 1695 del gran pintor romano Carlo Maratta.
Me despido con una curiosidad: gracias a la particular técnica llamada allustratura, cuyo secreto desapareció con la muerte del último miembro de la familia Serpotta, las esculturas de yeso se lustraban con una mezcla de cera y polvo de mármol que las hacía brillar.