los Quattro Canti, el espectacular cruce de Palermo.
Los Quattro Canti, cuyo nombre exacto es Piazza Villena, es el resultado de dos intervenciones urbanísticas fundamentales que tuvieron lugar entre finales del siglo XVI y principios del XVII.
El virrey García de Toledo construyó un nuevo puerto y amplió la antigua Via del Cassaro, la actual Via Vittorio Emanuele, mientras que el virrey Duque de Maqueda abrió la nueva calle que lleva su nombre, perpendicular a la anterior, dividiendo la ciudad en cuatro partes.
Por último, su sucesor, el marqués don Juan Fernández Pacheco de Villena y Ascalón, completó la obra con la construcción de las fachadas de los edificios que se encuentran en la intersección de las largas arterias, diseñadas por el arquitecto y pintor palermitano Mariano Smiriglio. De esta manera se construyó una especie de plaza, compuesta por cuatro calles y cuatro fachadas cóncavas de tres pisos, de ahí el nombre de Octágono de Piazza Villena. Las fachadas simétricas tienen una fuente en el primer nivel con esculturas que representan las estaciones, estatuas del emperador Carlos V y sus descendientes en el segundo piso, y los cuatro santos patrones protegiendo sus respectivos distritos en el tercero.
La plaza recibió el nombre de Teatro del Sol porque el sol siempre ilumina al menos una de las fachadas y es el emblema del marqués de Villena, a quien está dedicada la plaza.
Pronto el octógono se convirtió en la piedra angular de la vida pública de la ciudad, el corazón de las magníficas instalaciones que se preparaban con ocasión de fiestas, bodas, funerales y, desafortunadamente, también ejecuciones. Una vez finalizado el evento, las fachadas esperaban una nueva ocasión para festejar.
En las décadas siguientes, viejos aristócratas, nuevos ricos, grandes eclesiásticos y órdenes religiosas compitieron para procurarse las áreas edificables a lo largo de estas calles y construyeron otros lujosos edificios.
Me despido con una curiosidad: cuando la plaza se usaba para las ejecuciones públicas, los cuerpos de los ajusticiados se dejaban colgados de la horca durante días, a modo de advertencia para la población.