El interior de la Iglesia de San Francisco Javier presenta una sola nave, organizada en varios niveles visuales. En el primer nivel se encuentran las galerías superiores, llamadas matroneos: originalmente, en las iglesias, estos espacios estaban reservados a las mujeres, pero aquí tienen una función exclusivamente escénica y decorativa.
En el segundo nivel se desarrolla el clerestorio, es decir, una franja superior del muro con ventanas situadas por encima de los arcos principales, concebida para dejar pasar la luz natural y crear una iluminación armoniosa en el interior del templo.
En la pared del fondo, frente a la entrada, se encuentra un gran órgano de tubos, construido en 1888 por los hermanos Gebrüder Mayer, una prestigiosa empresa de constructores originaria de la Selva Negra.
El suelo está adornado con un elegante motivo de tablero de ajedrez realizado en granito rosa del valle de Fiemme y mármol blanco de Pila, mientras que las paredes y las columnas están articuladas mediante pilastras con una compleja técnica de marquetería de mármoles de distintos colores.
En la entrada pueden admirarse los frescos de Carlo Gaudenzio Mignocchi, que representan la Natividad, el Bautismo de Jesús y el Bautismo de Constantino, obras que introducen al visitante en el rico conjunto decorativo interior.
Dos capillas menores, dedicadas respectivamente a Nuestra Señora de Lourdes y a la Crucifixión, completan la nave, mientras que a lo largo del perímetro interior se alternan estatuas de santos y ángeles tallados en piedra arenisca.
Muchos elementos ornamentales, como las barandillas de los matroneos y las hornacinas laterales, están realizados en mármol amarillo de Arco, un material local característico que aporta calidez y luminosidad al conjunto.
En el ábside se puede admirar un gran cuadro que representa a San Francisco Javier bautizando a la reina india Neachile, una escena simbólica que celebra la misión evangelizadora y el espíritu de conversión del santo jesuita.
Curiosidad: la figura de la reina Neachile no está documentada históricamente, pero se inspira en las cartas de los misioneros jesuitas, que describen las conversiones ocurridas en la India durante las predicaciones de San Francisco Javier, especialmente en el reino de Travancore, en el suroeste del país. El artista quiso representar en Neachile un símbolo universal de la fe abierta a lo nuevo, más que una persona realmente existente.
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