La Madonna col Bambino del Beato Angelico, esposta a Torino, es un tesoro que equilibra armoniosamente elementos opuestos: dulce y medida, pero también solemne y austera. La Virgen está representada sentada en el suelo sobre un banco dorado con cojín. Los colores predominantes son el azul, rojo y oro, siendo el rojo especialmente significativo. El vestido de María es rojo, símbolo de su humanidad, cubierto por el manto azul, símbolo de la divinidad que la envuelve. Las paredes rojas de la semicúpula al fondo recuerdan a un ábside de iglesia. Arriba, la bóveda azul evoca el manto de María y el cielo divino.
Originario de Florencia, el cuadro pasó por diversas colecciones privadas antes de llegar a las colecciones saboyanas en 1852. Inicialmente menospreciada y sujeta a dudas atributivas, la obra fue reevaluada en 1951 gracias a una restauración que devolvió su calidad pictórica original.