Voy a hablarte del monumento arqueológico más imponente del norte de Italia.
Pocas ciudades en el mundo pueden presumir de tener una entrada al centro histórico tan espectacular como la de Verona.
El acceso habitual es a través del doble arco llamado Portoni di Bra, un vestigio de las murallas construidas a finales del siglo XIV.
Al otro lado se abre una gran plaza triangular, ocupada en parte por un jardín, rodeada de edificios monumentales de diferentes épocas. Un lado ‒a la izquierda para los que entran‒ se caracteriza por una serie de atractivos restaurantes y bares, cuyas terrazas descansan sobre el liston, una amplia acera realizada en el siglo XVIII con losas de preciado mármol rojo de las montañas de Verona, donde se pueden ver numerosas conchas fósiles en forma de espiral.
En el centro, como una gigantesca nave de piedra, aparece la silueta de la Arena en una sucesión de 72 grandes arcos de piedra. Data del siglo I d.C. y es el tercer anfiteatro romano más grande que ha llegado hasta nuestros días: de forma elíptica, mide 110 metros por 140. Originalmente era aún más grande: de la estructura externa, con tres filas de arcos, solo queda una parte llamada «ala».
El resto se derrumbó en un terremoto en 1183, proporcionando una gran cantidad de material de construcción para edificar iglesias y edificios románicos.
Sin embargo, toda la parte interior está muy bien conservada. Las gradas tienen 44 series de asientos, y tiene capacidad para 22.000 espectadores.
La platea ha sido restaurada y desde 1913 se ha utilizado para la representación de increíbles y concurridos espectáculos de ópera durante la temporada de verano: el broche de oro es la representación de Aida, la famosa ópera de Verdi ambientada en el antiguo Egipto.
Me despido con una curiosidad: ¿sabes de dónde viene el nombre Arena? De la «harena», es decir, la arena que se utilizaba en el centro del monumento para cubrir la zona de combate y absorber la sangre de gladiadores y animales.