La Basílica de San Zeno es la iglesia más bonita de Verona.
Construida en la antigüedad fuera de las murallas de la ciudad, sobre el lugar en el que fue sepultado el obispo y santo patrón de Verona, la Basílica de San Zeno es una de las obras maestras más puras de la arquitectura románica en Italia. Su noble presencia caracteriza a todo un barrio, con varios edificios medievales que la rodean.
En la plaza de la iglesia se encuentran la pequeña iglesia profana de San Procolo, que data del siglo XIII, una poderosa torre perteneciente a la antigua abadía benedictina y, sobre todo, el espléndido gran campanario, que se alza aislado en un jardín a la derecha de la basílica. De 72 metros de altura, su construcción se inició en 1054 y se terminó después de casi un siglo de trabajo, con la cúspide puntiaguda flanqueada por cuatro pináculos. El efecto cromático producido por la alternancia entre hileras de ladrillos rojos y losas de toba clara es inconfundible.
La historia de la basílica es larga y compleja. El antiguo edificio paleocristiano, saqueado durante las invasiones bárbaras y dañado por un terremoto, permaneció durante mucho tiempo en estado de abandono. La nueva basílica se construyó entre 1120 y 1138; unas obras de corta duración, como lo demuestra la coherencia arquitectónica del conjunto.
Sólo la parte del ábside, renovada en el siglo XIV con formas góticas, pertenece a una fase estilística diferente. Algunas partes de la abadía benedictina, eliminada en época napoleónica, todavía son visibles.
Con el tiempo, la fachada ha adquirido un tono cálido. Dividida en tres partes con pendientes laterales, está dominada por columnas y arcos. Una gran ventana circular se abre en el centro, apodada la «Rueda de la Fortuna». La parte central, alrededor del portal en forma de baldaquino, está decorada con una extraordinaria serie de bajorrelieves, realizados alrededor de 1138 bajo la dirección del maestro Nicolò, uno de los escultores más brillantes del románico. A él se deben las solemnes escenas del Antiguo Testamento, a la derecha, mientras que los episodios del Evangelio, al otro lado, son de un colaborador llamado Guglielmo.
Curiosidad: la puerta central de la basílica está casi siempre cerrada para proteger los bellos pero delicados postigos de bronce, formados por 48 paneles y realizados en el siglo XII por varios maestros.