Para acceder a la basílica de San Zeno entra por la izquierda, pasando junto a la torre.
Así se llega al fascinante cuadrilátero del claustro románico-gótico, soportado por columnas dobles.
El pabellón sobresaliente lo utilizaban los monjes como lavabo.
A lo largo de las galerías se pueden encontrar fragmentos escultóricos y restos de frescos, así como disfrutar de una hermosa vista del lado de la basílica, al que se puede acceder desde un portal lateral.
El interior destaca sobre todo por su luminosidad y la inmensidad del edificio, sostenido por grandes pilares y cubierto por un original techo de madera con arcos trilobulados construido a finales del siglo XIV.
En los pilares, en la fachada y a lo largo de las paredes, hay numerosos frescos de los siglos XIII y XIV, casi todos anónimos, que documentan la evolución de la pintura de Verona en la Baja Edad Media. En la pared derecha destaca la popular y gigantesca figura de San Cristóbal.
Destaca la escalera que desciende hasta la gran cripta románica, sostenida por columnas con bellos capiteles: una verja protege el reciente altar donde se conserva el cuerpo de San Zeno.
La cripta soporta el amplio espacio del altar mayor, precedido por una valla con estatuas de Cristo y de los Apóstoles del siglo XIII.
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Sobre el altar mayor resplandece el magnífico tríptico pintado por Andrea Mantegna en 1459. La pintura mantiene la división tradicional en tres partes, pero presenta soluciones innovadoras: los tres compartimentos forman un único entorno arquitectónico, subrayado por el marco de madera, en el que se distribuyen los numerosos personajes reunidos alrededor del trono de la Virgen con el Niño.
Los tres paneles más pequeños, en la parte inferior, son copias de los originales que Napoleón se llevó a Francia. Gracias a esta obra, que Mantegna realizó cuando tenía 28 años, los Gonzaga lo eligieron como pintor de corte y se trasladó a Mantua.
Al fondo a la izquierda se encuentra la estatua del siglo XIV, de mármol de colores, conocida como «San Zeno que ríe», por la expresión sonriente de su rostro, que parece satisfecho con el pececillo que acaba de pescar.
Curiosidad: en la pequeña iglesia de San Zeno in Oratorio, situada en dirección al Castelvecchio, a orillas del río Adigio, hay una reliquia insólita: la piedra en la que se sentaba el santo para pescar en el río.