En las salas del museo se pueden ver cinco obras del gran artista francés Pierre-August Renoir, considerado uno de los máximos exponentes del impresionismo, con un estilo pictórico cuyas principales características eran los contrastes de luz y sombra y los colores fuertes y vivos, utilizados para plasmar en el lienzo los sentimientos del pintor frente a la naturaleza.
Renoir fue un autor extremadamente prolífico, ya que pintó hasta 5000 lienzos. Uno de los más famosos es el retrato de Jeanne Samary con vestido escotado, también conocido como La Rêverie, de 1877.
Esta obra está marcada por la más auténtica «joie de vivre», es decir, la alegría de vivir. De hecho, Renoir siempre sintió un genuino entusiasmo por la vida y nunca dejó de asombrarse ante las infinitas maravillas de la creación, disfrutando de la belleza y sintiendo el deseo espasmódico de trasladar al lienzo, con una intensa carga emocional, el recuerdo de cada percepción visual que lograba impresionarlo.
La mujer representada es Jeanne Samary, una de las actrices de teatro más célebres de finales del siglo XIX, que vivía en París, cerca de Renoir. El pintor estaba tan fascinado con ella que la retrató doce veces, precisamente porque la consideraba una persona que sabía contagiar su alegría de vivir. Tuvieron una colaboración artística muy productiva pero se interrumpió en 1880, cuando Samary terminó su relación con el pintor y prefirió ser modelo de retratistas con un estilo más académico.
La obra muestra a la mujer inmersa en un estado de abandono. En sus labios se dibuja una leve sonrisa y su mirada, dulcemente soñadora, se dirige al espectador, como si quisiera tejer una relación con quienes observan la escena. Este alegre fantaseo, además de ser reiterado por el título original, La Rêverie, es decir, el sueño, se ve realzado por el fondo, apenas marcado con colores de la gama del rosa, y por la atrevida técnica pictórica de Renoir, que utilizó pinceladas rápidas, cruzadas y muy ligeras.
Curiosidad: A Jeanne Samary no le gustó el retrato porque Renoir la había representado a los ojos del público, pero resaltando únicamente su aspecto soñador y no su prestigio social y profesional.