La Catedral de San Basilio, originalmente conocida como la Iglesia de la Trinidad, está en realidad dedicada a la Intercesión de la Virgen junto al Foso, pero es conocida por su nombre actual porque alberga los restos de San Basilio. Fue construida entre 1555 y 1561 por deseo del zar Iván IV para conmemorar la captura de los bastiones mongoles de Kazán y Astracán.
La colorida catedral es una obra maestra del arte ruso, única en el mundo. Se trata de un complejo de nueve iglesias, cuya torre más alta alcanza los 46 metros de altura.
Los arquitectos de la catedral diseñaron un plano simétrico general, con ocho iglesias laterales alrededor de una central. Tanto la catedral como las cuatro iglesias más grandes tienen planta octogonal y descansan firmemente sobre cimientos sólidos, mientras que las cuatro iglesias más pequeñas, de base cuadrangular, fueron construidas sobre una plataforma elevada. Finalmente, en 1588, se añadió una décima capilla, construida sobre la tumba de San Basilio.
Originalmente, la bonita catedral no tenía este aspecto tan singular; de hecho, a lo largo de los siglos ha sufrido muchos cambios y entre 1680 y 1848 adquirió los colores brillantes actuales, cuando se añadieron las cubiertas de cerámica azul y verde. Antes, las paredes eran simplemente rojas con adornos blancos y las ocho cúpulas bulbosas pequeñas eran doradas.
En el interior de la catedral encontrarás un laberinto de pasillos y capillas generosamente decoradas con una técnica llamada «pod kirpich», es decir, «ladrillo falso» que reproduce el efecto de una pared de ladrillo, alternado con ricas decoraciones florales del siglo XVII que se extienden hasta las bóvedas. El resultado es un estilo inconfundible que constituye un ejemplo único de la arquitectura rusa.
Me despido con una curiosidad: El zar Iván IV, conocido como Iván el Terrible, es el protagonista de una espantosa leyenda según la cual, una vez terminadas las obras de la catedral, ordenó que a los arquitectos que habían trabajado en ella les cosieran los ojos y les cortaran la lengua para que no se pudiera construir otra igual de bonita.