La Casa Danzante, una sorprendente obra maestra de arquitectura contemporánea en el corazón de Praga.
Se encuentra en la Ciudad Nueva, un barrio que reúne edificios de estilo modernista o secese, el nombre que recibe en checo el art nouveau. Muestra una continua variedad de soluciones y decoraciones, y retoma la tradición de Praga, una ciudad abierta a la innovación arquitectónica y urbanística.
Entre los edificios contemporáneos más sorprendentes destaca en la ribera del río, a la altura del puente Jiraskuv, la Casa Danzante, diseñada por los arquitectos Vlado Milunic, checo, y Frank O. Gehry, canadiense, para una compañía de seguros.
Realizada en 1996, la Casa Danzante al principio suscitaba polémica y perplejidad, pero enseguida se convirtió en un punto de referencia de Praga. El edificio se compone de dos cuerpos completamente distintos entre sí, pero unidos por una especie de abrazo, como si estuvieran bailando apasionadamente. Un efecto sorprendente que justifica el apodo que Frank O. Gehry le dio a su edificio: «Ginger y Fred», como la famosa pareja protagonista de los musicales estadounidenses, Ginger Rogers y Fred Astaire.
La torre de cristal, que parece estar a punto de emprender el vuelo y con una «falda» que forma un pórtico, representa a la mujer; el sólido edificio de piedra, recubierto de placas de cemento armado y apoyado sobre un único pilar, representa al hombre.
Una delgada línea fluctuante se desarrolla sobre las superficies y acoge el «movimiento» de las ventanas, dispuestas en distintas alturas. Sobre el techo de la torre masculina surge un elemento arquitectónico diseñado por Gehry sin ningún significado estructural: una misteriosa escultura sobre la que se alza la silueta de una cúpula, mientras que el entramado metálico parece aludir a una medusa gigante.
El interior del edificio, destinado a oficinas, no se puede visitar, pero se puede entrar en la cafetería de la planta baja o subir al elegante restaurante que hay en el ático.
Me despido con una curiosidad: durante el periodo comunista, Vlado Milunic era un arquitecto famoso, y le contó a un vecino de casa, que era un disidente político, la idea de la Casa Danzante. Ese vecino no era otro que Vaclav Havel, que, cuando se convirtió en el primer presidente democrático de la república checoslovaca, se acordó del proyecto e impulsó su realización.