El castillo de Hradčany, el más grande del mundo.
Ocupa una superficie de 70.000 m2 y mide 130 metros de largo.
No se trata de un solo edificio, sino de un gran barrio fortificado situado en la cima de una colina, con solo tres puertas de acceso. Su interior alberga edificios, torres, iglesias, jardines y museos pertenecientes a casi todos los estilos artísticos del último milenio, y cada año atrae a 1.800.000 turistas.
Antiguamente, el primer asentamiento de Praga se componía exclusivamente de estructuras de madera hasta que, en el año 870, se colocó la primera piedra de la iglesia de la Virgen María, de la que ahora quedan solo los cimientos. En el siglo posterior, se construyeron la basílica de San Jorge y la rotonda de la catedral de San Vito.
El castillo empezó a tomar forma en el siglo XIV, bajo el reinado de Carlos IV, cuando se reforzaron las fortificaciones y tanto el Palacio Real como la Catedral se reconstruyeron en un suntuoso estilo gótico.
Tras el incendio que lo devastó en 1541, el castillo no tardó en recuperar su esplendor ya que, pocos años más tarde, Praga se convirtió en la capital del Sacro Imperio Romano Germánico en perjuicio de Viena, y Rodolfo II de Habsburgo lo amplió y lo decoró con sus colecciones de arte y de extravagancias exóticas. Sin embargo, en 1618 estalló la guerra de los Treinta Años, hecho que causó el declive de la ciudad y del castillo, que fue saqueado y arrasado por los suecos.
No obstante, en el siglo XVIII, la emperatriz María Teresa de Austria restauró y reconstruyó gran parte del castillo, y su hijo Fernando I estableció aquí su residencia. De este modo, Praga se convirtió, una vez más, en la capital de un imperio, el castillo volvió a cobrar vida y adquirió su elegante aspecto actual.
Desde hace casi nueve siglos, el castillo es la residencia del poder político y de la máxima autoridad religiosa del país. Durante el régimen comunista, albergó las oficinas del gobierno, mientras que actualmente es la sede del presidente de la República.
Curiosidad: el 15 de marzo de 1939, justo después de la invasión de Checoslovaquia, Adolf Hitler quiso dormir en el castillo para demostrar a la población que había asumido el poder.