Justo detrás de la catedral se encuentra la plaza de San Jorge. Los edificios que la rodean son las residencias de los canónigos y, a la derecha, podrás observar un antiguo palacio, transformado en una casa de acogida para damas decaídas por orden de la emperatriz María Teresa.
La plaza toma su nombre de la antigua iglesia de San Jorge, que presenta una fachada barroca y se reconoce con facilidad gracias a sus dos campanarios gemelos, que caracterizan el perfil del castillo. Las numerosas reformas han cambiado varias veces el aspecto de la iglesia, sacando a la luz la estructura románica interior, que data del siglo XII.
En el techo sobre el altar mayor, se encuentran algunos frescos de época medieval, mientras que la preciosa escalera que baja a la cripta y la rica capilla de San Juan Nepomuceno pertenecen a las reestructuraciones barrocas.
En las habitaciones del gran convento de San Jorge, que se encuentran a la derecha de la iglesia, tiene su sede la amplia colección de la Galería Nacional dedicada al siglo XIX, con cuadros, muebles, objetos, elementos decorativos y trajes.
Siguiendo el camino que discurre a lo largo del lado derecho de la iglesia, se llega al palacio Lobkowicz, del siglo XVII: la residencia privada más importante dentro del perímetro del castillo. Su interior, perfectamente restaurado y preparado por sus propietarios, hoy alberga un espléndido museo que se encuentra entre los más valorados por los turistas. En él se expone la preciada colección de la familia Lobkowicz, que incluye porcelanas y cerámicas de valor y una serie de cuadros de maestros italianos, alemanes y españoles como Velázquez, Cranach y Canaletto. Entre sus obras, destaca el famoso cuadro La cosecha, de Pieter Bruegel el Viejo, una verdadera obra maestra.
El museo cuenta con una amplia sección dedicada a la música, en la que se exponen instrumentos de época y partituras, entre ellas algunas originales de Mozart y, sobre todo, de Beethoven, incluidas las de dos de sus célebres sinfonías: la cuarta y la quinta.
Curiosidad: la familia Lobkowicz fue expropiada de su edificio dos veces; primero, el régimen nazi y, después, el comunista. Finalmente, en 2012 y tras un proceso que duró 12 años, gracias a las leyes del presidente Vaclav Havel, los Lobkowicz recuperaron el palacio, en el que abrieron el museo en 2007.