Bryant Park es el parque más europeo de Nueva York o, mejor dicho, el más afrancesado, con sus quioscos, cafeterías, mesas al aire libre y las típicas sillas verdes repartidas por todo el parque.
Si no fuera por los imponentes rascacielos que lo rodean, tendríamos la sensación de estar en París, en una especie de Petit Luxembourg. De hecho, después de la renovación que se llevó a cabo en los años noventa, ahora los neoyorquinos se refieren a este precioso espacio verde precisamente con ese nombre, mientras que en los ochenta se le conocía como «parque de las jeringuillas»...
Deja a tus espaldas los chorros que emanan de la Josephine Shaw Lowell Memorial Fountain y dirígete hacia el centro del jardín. Esta fuente, construida a principios del siglo XX, fue el primer monumento conmemorativo público de la ciudad dedicado a una mujer, en concreto, a la «gran dama de las reformas sociales».
A tu derecha, a la sombra del emblemático American Radiator Building, de ladrillos negros y detalles góticos dorados, podrás ver el legendario carrusel que, aunque a juzgar por su estilo no lo parezca, se fabricó en Brooklyn.
En cambio, en frente de ti, mimetizado con el ambiente natural gracias a la hiedra que recubre casi por completo la estructura, se encuentran el romántico restaurante Bryant Park Grill y su idílico exterior, sobre el que se cierne la mole de la Biblioteca Pública de Nueva York, de la que te hablaré más tarde.
Concédete un descanso literario y dirígete hacia la zona de la reading room, la sala de lectura que se encuentra a tu izquierda. Este espacio, originalmente creado durante la Gran Depresión para ofrecer un lugar de lectura gratuito a todos los que habían perdido su trabajo, se reinauguró después de llevar más de medio siglo cerrado. Cada día, en este original rincón de periódicos, revistas y libros al alcance de todos, se organizan interesantes eventos culturales para grandes y pequeños, como encuentros literarios, recitales de poesía o talleres.
Curiosidad: en invierno, el encanto de este pintoresco parque es aún mayor gracias a un fascinante mercado navideño y a una popular pista de patinaje que, con precios más económicos, le hace la competencia a la de Rockefeller Center.