La Estatua de la Libertad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1984, es probablemente la estatua más famosa del mundo. A Frédéric-Auguste Bartholdi le llevó 20 años terminar su obra, un regalo que Francia le hizo a los Estados Unidos con motivo del centenario de la Declaración de Independencia. La estatua tardó en montarse un año entero, después de que llegara por piezas al puerto de Nueva York.
Y así, desde 1886, con un cierto retraso con respecto a la fecha prestablecida, esta inmensa estatua de bronce, vacía por dentro, se alza sobre la Isla de la Libertad, saludando a los millones de inmigrantes que llegaban desde el Viejo Continente, por lo que se la denominó popularmente «la madre de los exiliados».
Tras un siglo de vida, el monumento se restauró: se conservó la tabla que sostiene con la mano izquierda, que representa la ley y lleva la famosa fecha de la independencia inscrita, 4 de julio de 1776, pero la antorcha de la mano derecha se sustituyó por una réplica bañada en oro.
Podrás ver la original en el museo que se encuentra en la base del pedestal, en espera de la inauguración, en 2019, del nuevo Statue of Liberty Museum, más amplio, accesible e interactivo, que ocupará una parte de esta isla.
Observa en la base de la estatua los versos de la poetisa Emma Lazarus y, a sus pies, las cadenas y los grilletes rotos, que simbolizan el fin de la esclavitud.
Si no tienes suficiente con el observatorio del pedestal, incluido en la visita del museo, y reservas la subida hasta la corona, respira profundamente y empieza a subir los 354 tortuosos escalones. Una vez llegado a la meta, bajo los siete rayos de la Gran Dama, que representan los mares y los continentes, las increíbles vistas compensarán el esfuerzo físico.
Curiosidad: en los años ochenta del siglo pasado, David Copperfield hizo desaparecer, de noche, la inmensa estatua. En realidad, la estatua no se movió de su sitio en ningún momento; fue el público el que, sin darse cuenta, le dio la espalda gracias al calculado movimiento de la plataforma en la que estaba sentado en compañía del genial ilusionista. Como siempre... no se ve, ¡pero tiene truco!