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Además del techo celestial, en este Main Concourse hay muchos otros elementos arquitectónicos especiales.

Por ejemplo, fíjate en la oficina de información central, coronada por un valioso reloj de cuatro caras, todas realizadas en ópalo, o en las taquillas tradicionales de mármol que, poco a poco, se van reemplazando por taquillas de venta automática, o en las imponentes galerías superiores, iluminadas por los amplios ventanales, de casi 20 metros de alto, y por las espléndidas y elaboradas lámparas que hay a los laterales. ¡No parece para nada una estación!

De hecho, el magnífico Grand Central Terminal es también un famoso destino gastronómico y comercial, tal y como demuestran los distintos locales populares que alberga en su interior, entre ellos un mercado, el Grand Central Market, y un exclusivo club de tenis.

Ya que estás aquí, no te pierdas el Vanderbilt Hall, en una zona adyacente a esta sala central, unidas por un puente espectacular; piensa que este espléndido espacio, en el que ahora se celebran distintos eventos artísticos y culturales, era originalmente la sala de espera de la terminal principal.

 

Ahora, pon el audio en pausa y dirígete al Dining Concourse, situado bajo el vestíbulo central.

 

Ya su nombre, que traducido literalmente significa «vestíbulo comedor», te preanuncia su delicioso contenido. Se trata de un verdadero reino subterráneo de la gastronomía, con bar, comida rápida y restaurantes, entre los que destaca el famoso Oyster Bar, el más antiguo y pintoresco; si entras, bajo su fascinante techo de bóveda, podrás probar su especialidad: las ostras.

Si entre tus planes no entra hacer una cara parada culinaria, puedes optar por susurrar palabras de amor al oído de tu pareja, o mejor dicho, a la pared, a pocos pasos de distancia de este local. No me he vuelto loca: se trata del efecto sonoro especial que se crea en la cercana Whispering Gallery cuando dos personas, situadas en las esquinas diametralmente opuestas de esta galería, susurran a las paredes. ¡Prueba y escucha!

Curiosidad: el andén 61, hoy abandonado, conectaba la estación con el Hotel Waldorf Astoria. Esta línea solo la utilizaban los «huéspedes especiales» del hotel que viajaban de incógnito, pero también, y sobre todo, el presidente Roosevelt, que de este modo podía esconder al público la discapacidad que padecía a causa de una poliomielitis. Además, parece ser que su coche blindado, que también viajaba a bordo de este tren VIP, entraba en un ascensor especial desde el que alcanzaba el nivel de la calle.

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