La estructura de la Lincoln Center Plaza es una de las pocas excepciones del urbanismo neoyorquino, ya que las plazas son simples intersecciones entre calles. Esto se debe al joven arquitecto Harrison que, cuando volvió de su año de estudios en Roma, decidió reproducir en la ciudad una plaza que recordara al Capitolio. No sé si puedes apreciar la similitud... De todas formas, también hay quien dice que este espacio, rodeado de edificios monumentales de mármol travertino, recuerda más a la EUR (una zona de negocios de Roma) que a la estética de Miguel Ángel.
Ahora, acércate a la Revson Fountain. Esta fuente, obra de Philip Johnson, fue en aquella época la más avanzada de la metrópolis en términos tecnológicos y, después de la reforma de 2009, ha superado tal récord. Si no te lo crees, vuelve de noche, cuando a la rítmica danza de los chorros de agua se une la de las luces: te sentirás como en Las Vegas ante el hotel Bellagio, con la única diferencia de que entre los chorros aparecerá la silueta de un edificio totalmente distinto: la Ópera Metropolitana de Nueva York.
Prueba a imaginar este famoso teatro lírico, visible a través de los cinco grandes arcos de la fachada, iluminado por lámparas de cristal y lleno de murales de Chagall.
Con su estructura y, sobre todo, con su programación lírica, haría sombra a cualquiera, incluso a sus prestigiosos ángeles custodios: el David H. Koch Theater, a su derecha, sede histórica del New York City Ballet, y el David Geffen Hall, antiguo Avery Fisher Hall, a su izquierda, sede de la Orquesta Filarmónica de la ciudad.
Curiosidad: los nombres de los edificios del Lincoln Center cambian con cierta frecuencia, dependiendo de sus patrocinadores. Es el caso, por ejemplo, del antiguo New York State Theater, ahora rebautizado como David H. Koch Theater, en honor al magnate del petróleo que financió su restauración. Dicho nombre, por contrato, tiene una vigencia de al menos cincuenta años. Una vez pasado este tiempo, la familia puede optar por pedir un cambio de nombre.