Little Italy es el barrio italoamericano más conocido de los Estados Unidos, aunque los pocos locales que quedan, sobre todo gastronómicos, los gestionan la cuarta o quinta generación de descendientes italianos.
Además, esta patria neoyorquina de los inmigrantes italianos, que se asentaron aquí a finales del siglo XIX, está desapareciendo a pasos agigantados. De hecho, su superficie original se reduce actualmente a un pequeño tramo de Mulberry Street, entre Broome Street y Canal Street, mientras que la vecina Chinatown está conquistando progresivamente la parte meridional; con sus rótulos y sus tiendas, está transformando el 100 % «made in Italy» en un 100 % «made in China».
Si a todo esto se le suma que en el frente oriental aumenta el protagonismo del Soho, mientras que, en el septentrional, una parte de Little Italy se ha separado creando una zona independiente, es de esperar que quede bien poco de la autenticidad italiana originaria, sobre todo napolitana, que tiempo atrás se respiraba en este barrio.
A decir verdad, el único recuerdo que se mantiene vivo de esta comunidad inicial, con su idioma, sus tradiciones y sus institutos culturales y financieros, es la fiesta de San Jenaro. Con motivo de tal ocasión y durante unos diez días, a finales de septiembre, Mulberry Street se cierra al tráfico para albergar no solo la procesión del santo, sino también los cientos de puestos con exquisiteces italianas, en los que se organizan unas competiciones cuanto menos pintorescas, como la de comer cannoli, un dulce típico siciliano, o albóndigas, incluida recientemente.
Me despido con una curiosidad: en la ciudad hay otras Little Italy, menos famosas pero no por ello menos importantes; desde el barrio histórico en el East Harlem, llamado Italian Harlem, hasta la del Bronx, a lo largo de Arthur Avenue, siempre a la sombra de su hermana mayor. No obstante, esta última, gracias al esfuerzo conjunto de los propietarios de diferentes comercios, está intentando reafirmarse como un auténtico destino italiano. El objetivo es el de convertirse en el nuevo Village, o mejor dicho, villaggio neoyorquino.