El Madison Square Garden, llamado comúnmente «The Garden», es el estadio más emblemático de Nueva York.
Este edificio de forma circular, flanqueado a un lado por la Penn Station y, al otro, por el edificio de correos, es un verdadero templo de la música y del deporte. Su fama no se debe solo a las eternas estrellas del rock, que actúan siempre ante miles de fans enloquecidos tras haber colgado el «todo vendido», sino también a los legendarios eventos deportivos. De hecho, la primera de las cuatro sedes, construida en 1879 sobre las cenizas de un depósito ferroviario en desuso, se inauguró con una carrera ciclista.
El Garden que ves ahora se terminó en 1968 y, además de su función como velódromo, empezó a acoger también encuentros de boxeo y lucha libre, y las históricas partidas de baloncesto o hockey de los New York Knicks y los New York Rangers. Al mismo tiempo, entre juegos de luces, efectos especiales y de sonido, cada vez más complicados, se organizaban y se siguen organizando los conciertos de música de las estrellas mundiales más famosas.
Si el simple hecho de estar frente a este santuario del deporte y de la música te pone la piel de gallina, imagina cómo sería ver un espectáculo en directo. Así que, si hay entradas disponibles, te sugiero que no dejes escapar la ocasión, cueste lo que cueste. Como alternativa mucho más económica, siempre podrás conformarte con una de las tantas visitas disponibles entre sus míticas paredes.
Me despido con una curiosidad: después de décadas de gloria, parece que al Madison Square Garden le quedan pocos años de vida. Al parecer, han decidido ampliar la importante estación Penn Station. Así lo ha decidido el Consejo Municipal. El estadio será derribado y reconstruido en otra zona de la ciudad. Por desgracia, las necesidades de desarrollo de la ciudad se han vuelto demasiado apremiantes, hasta el punto de pedirle al Garden que se vaya a vivir otra nueva vida, la quinta, a otra parte.