Un ala entera del Museo Metropolitano, llamada Sackler Wing, alberga un impresionante monumento del Antiguo Egipto: la recomposición del templo de Dendur. Se encuentra en un ambiente luminoso y acogedor, inaugurado en 1978, con amplios ventanales inclinados que dan a Central Park y con una refinada ambientación, con una fina balsa de agua en la que se reflejan el antiguo templo y el portal que lo precede.
El templo proviene del sur de Egipto, de la zona que en 1963 se vio anegada por las aguas del Nilo debido a la construcción de la presa de Asuán. La creación de la gran cuenca hidrográfica del lago Nasser supuso una enorme y compleja operación arqueológica, con el desmantelamiento y la recomposición de grandes templos enteros; algunos se han conservado en la zona, como los grandes complejos de Abu Simbel y de File, mientras que los templos pequeños se donaron a los países que habían financiado la conservación de los monumentos del lago, entre ellos España, Holanda e Italia, además de Estados Unidos. El transporte por mar de los bloques del templo de Dendur, en 1965, fue una ardua empresa: eran más de 800 toneladas de piedras, repartidas en 661 cajas de embalaje.
El templo de Dendur se remonta al año 15 antes de Cristo, cuando Egipto ya formaba parte del Imperio Romano. Aunque está consagrado a la pareja divina de Isis y Osiris, fue un gobernador romano quien lo mandó construir, y en su interior se hace referencia al emperador Augusto, al que en los jeroglíficos se le llama «César» o «faraón».
Construido en arenisca, el templo se alzaba originalmente sobre una terraza panorámica, a orillas del Nilo. Los motivos decorativos esculpidos a lo largo de la parte baja del monumento, con plantas de loto y de papiro, aluden a la naturaleza del lugar. El complejo está formado por un portal de entrada, decorado con una representación del sol, y por el santuario propiamente dicho, sustentado por dos columnas.
Curiosidad: la construcción de un pabellón a medida al lado del Museo Metropolitano fue lo que hizo que se decantaran por Nueva York como sede del templo de Dendur. Se habían propuesto soluciones alternativas en Boston y Washington, con fascinantes enclaves a orillas del río, pero se descartaron por temor de que el monumento pudiera deteriorarse al estar al aire libre, en condiciones climáticas muy distintas a las de Egipto.