La enorme sección dedicada a la pintura y a la escultura impresionista y postimpresionista es, sin lugar a dudas, una de las partes preferidas de los visitantes del Museo Metropolitano: en este ámbito en concreto, se la considera una de las colecciones más completas del mundo. Por estas salas circula la «alegría de vivir» de la París de la segunda mitad del siglo XIX, y muchas de las obras marcaron un hito en las carreras de sus respectivos autores. Como es bien sabido, los amantes de arte franceses no estaban especialmente interesados en las obras de los impresionistas que, en cambio, fueron a parar enseguida a manos de coleccionistas estadounidenses y rusos.
Entre las distintas obras maestras destaca la Terraza de Sainte-Adresse, realizada entre 1867 y 1868, una de las primeras obras en las que Claude Monet muestra en todo su esplendor su talento para la luz y el color.
Monet nació en París en 1840, y había pasado su adolescencia en la pequeña ciudad de Sainte Adresse, cerca de Le Havre, en Normandía, y aquí dio sus primeros pasos como pintor, retratando escenas marinas. La pasión por el reflejo de la luz en el agua acompañará a Monet toda la vida, hasta el punto de empujarlo a construir un taller flotante en un barco. Una vez se hubo mudado a París, cambió enseguida los cursos académicos por la pintura al aire libre junto a sus amigos, como Renoir, Pisarro, Degas, Sisley y Manet, todos presentes en el Museo Metropolitano con obras de gran importancia.
En esta composición, que transmite una naturalidad espontánea y un sentido relajado del espacio abierto, ya se encuentran presentes todos los elementos de la pintura de los impresionistas: una precisión extrema en la difusión de la luz, el uso de colores vivos y llamativos, extendidos con pequeñas pinceladas irregulares, que dan vivacidad a la escena.
El mar, ligeramente agitado, es de un azul encendido. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, pasan barcos de vapor que dejan una estela de humo en el despejado cielo. Las banderas que ondean alegres y los floridos setos que rodean la terraza dan al cuadro una sensación de celebración.
Curiosidad: el cuadro está ambientado en la casa de los tíos del artista; los dos personajes que están sentados, contemplando el panorama mientras disfrutan de un precioso día de sol, son Adolphe Monet, padre de Claude, y Sophie Lecadre, su tía. De pie, en frente de ellos, se encuentran su prima, Jeanne Marguerite Lecadre, y un amigo de la familia.