Tu itinerario medieval comienza casi bajo el muro lateral de Notre Dame, en la entrada de la rue Saint-Jacques, donde un delicioso jardín te ofrece un remanso de paz y tranquilidad a la sombra de árboles centenarios, en contraste con las ruidosas multitudes de la plaza de la Catedral. Entre parterres salpicados de fragmentos arquitectónicos de diferentes épocas llegas a la iglesia de Saint-Julien-le-Pauvre. Si le das la vuelta sin dejarte engañar por la desnuda fachada del siglo XVII, reconocerás la recta estructura medieval, que se remonta a un período de transición entre el románico y el gótico.
Prácticamente enfrente, al otro lado de la calle, merece toda tu atención la iglesia de Saint-Séverin, donde puedes repasar los principales estilos arquitectónicos del siglo XIII al XVII, incluidas las restauraciones "de estilo" decimonónico. Hay de todo: una bóveda barroca y una portada lateral del gótico primitivo, un campanario del siglo XV y especialmente un seductor interior gótico, luminoso y sereno. En las paredes del fondo el estilo se transforma en el llamado gótico flamígero, de finales del siglo XV, que te deja sin habla por las virtuosas bóvedas de crucería ramificadas y el maravilloso pilar formado por un haz de columnas que se retuercen en espiral.
Pero la obra maestra de este estilo flamígero se encuentra más allá de la Sorbona, a la sombra de la gran cúpula del Panteón. Es la iglesia de Saint-Étienne-du-Mont, empezada a construir a finales del siglo XV.
Es realmente una de las iglesias más bellas de la ciudad, pero no es fácil de encontrar, se encuentra en lo alto de la colina de Sainte Geneviève o Santa Genoveva, dominada por edificios colosales y perdida en una zona de aparcamiento.
En la fachada puedes entretenerte admirando una extraña superposición de elementos portantes y frontones, repletos de ángulos y curvas caprichosas e inesperadas; parece una obra de pastelería, más que de arquitectura. El bello interior gótico flamígero está cubierto con bóvedas sostenidas por altos pilares; al final de las naves se alzan dos escaleras de caracol de doble giro que sustentan el hermoso coro alto del siglo XVI. Debajo de este coro alto, desde donde el diácono invoca la bendición divina y lee el Evangelio, te invito a admirar la elegancia de la esbelta arcada, abierta en la parte superior con una ligera celosía calada.
CURIOSIDAD: Saint-Julien conserva su arquitectura medieval, pero el interior te reserva una sorpresa: en la parte posterior de la iglesia, confiada a la comunidad católica, puedes ver una pared decorada con iconos orientales, realizada en el año 1900.