La obra maestra que tienes ante ti, conocida como "Baile en el Moulin de la Galette", es un ejemplo perfecto de la fase impresionista de Pierre-Auguste Renoir. El local todavía existe hoy en día, transformado en restaurante, y toma su nombre de las galettes, las típicas galletas francesas que se ofrecían como consumición incluida en el precio de la entrada, que era de 25 céntimos.
Para pintarlo, Renoir frecuentó el Moulin de la Galette durante seis meses en 1876, tratando de sumergirse completamente en el ambiente de alegría y diversión que se respiraba en este establecimiento, como ocurría en general en todos los del París de la época.
Al mirar el cuadro te parecerá que casi puedes oír la música animada, el roce de los vestidos y las voces de los clientes que se reunían para pasar una agradable tarde de domingo en este antiguo molino, convertido en un salón de baile al aire libre en la colina de Montmartre. Sumérgete tú también en la fiesta, déjate arrastrar, recrea la mirada entre las mesas. Piensa que Renoir la pintó casi in situ, salvo los retoques finales en el estudio, con pinceladas decididas y vivaces y un uso libre del color que define las formas mediante el contraste entre tonos cálidos y fríos y entre luces y sombras.
En primer plano, en la parte inferior, puedes ver varias figuras femeninas cerca de dos bancos, una silla ocupada por un hombre que te da la espalda y una mesa a la que se sientan para conversar algunos amigos. A la izquierda, una pareja te mira mientras baila, como para invitarte a unirte a ellos. Notarás que en la escena no se privilegia ningún plano: todos están igualmente involucrados y ninguno aparece aislado. Hay quien baila, quien ríe, quien charla y quien descansa.
Un apasionado de los retratos, Renoir tuvo la oportunidad de pintar a muchos de sus amigos y conocidos, de los cuales, en el grupo del primer plano, puedes reconocer al escritor Georges Rivière y a los pintores Pierre-Franc Lamy y Norbert Goeneutte. La pareja que baila está formada por el pintor cubano Pedro Vidal de Solares y Cárdenas y su modelo Margot.
Como puedes ver, el follaje de los árboles, de los que penden las preciosas lámparas, hace casi de marco del cuadro. El sol se filtra entre las ramas, iluminando la ropa de los personajes y dibujando manchas oscuras en el suelo.
CURIOSIDAD: como te decía, Renoir quería a toda costa pintar in situ, y a pesar de que la pintura es de casi dos metros por uno y medio, se la llevaba y traía todos los días con la ayuda de un amigo. ¡Por suerte vivía muy cerca!