ÁGORA

Héroes Epónimos

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El Monumento a los héroes epónimos está dedicado a diez héroes que, según la leyenda, dieron el nombre a las diez tribus que antiguamente habitaban en Ática, la región de la que Atenas forma parte.

Del monumento solo se conservan parte de la base y de la cerca que lo rodeaba, con una hilera de pequeños pilares rectangulares perforados a los lados. En origen, esta estructura soportaba las estatuas de los diez héroes.

Esta obra conmemoraba los orígenes de la ciudad y servía para comunicar novedades importantes a los ciudadanos: al pie de las estatuas, se colocaban tablas de madera con las nuevas leyes, acusaciones, condenas y todo lo relacionado con la vida pública.

Detrás del monumento, a los pies del templo de Hefesto, se encuentran los restos de un edificio llamado Bouleuterión, donde se reunía un consejo de 500 miembros que establecía el orden del día de las asambleas públicas.

De hecho, hace 2.500 años, el ágora era el corazón de la vida política de la ciudad, basada en la democracia, en la que participaban unas 35.000 personas: todos los ciudadanos varones que reunían las características adecuadas para participar.

Cada decisión se deliberaba al final de la asamblea.

Los bajos muros circulares que ves pertenecían al Tholos, un edificio redondo en el que se reunían los 50 pritanos, los representantes de una de las 10 tribus que se alternaban en el poder. Aquí se custodiaba el fuego sagrado, que ardía permanentemente, y se conservaban los pesos y las medidas oficiales para garantizar la uniformidad de los productos comercializados en el mercado.

 

Ahora, pon el audio en pausa, disfruta del paseo entre los restos de la vieja plaza y dirígete a la iglesia de los Santos Apóstoles, al fondo.

 

Esta iglesia, una joya de la arquitectura bizantina, maravillosa por sus proporciones, se construyó alrededor del año mil, en el corazón del Ágora. Una vez dentro, podrás entender mejor su estructura de planta central, típica de las iglesias orientales, que otorga simetría a los cuatro lados. De esta forma, el altar se coloca en el centro, para simbolizar que no hace falta recorrer un largo camino para alcanzar la salvación. Por este motivo, las iglesias bizantinas no se desarrollan en horizontal, sino en vertical.

 

Curiosidad: cuando se convocaban asambleas extraordinarias, se llamaba a los ciudadanos con el sonido de las trompetas mientras que, para los habitantes del campo, se hacían señales de humo con una gran hoguera que se encendía en el ágora.

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