La gigantesca Ánfora de Dípilon data del año 770 a. C. y se creó expresamente para colocarse, en señal de reconocimiento, sobre la sepultura de una mujer.
Si observas las diminutas decoraciones, advertirás dos características: un gran orden reina sobre la composición, y cada forma, incluso la representación de los seres humanos, está representada mediante dibujos y patrones geométricos. No se trata de incapacidad de los artistas, sino del deseo de dar un orden a todo el cosmos, representado simbólicamente en las bandas en que se divide la decoración. De hecho, no se pretendía reproducir la realidad, como sucedía en épocas anteriores, en las que se describía con un naturalismo exuberante, sino representar el mundo a través de signos abstractos. Por este motivo, el periodo en el que se realizó esta ánfora se conoce como Geométrico.
En la banda entre las asas puedes ver la representación de la muerte, el momento culminante de la existencia del hombre. La difunta está tumbada sobre una cama y los personajes que la rodean alzan los brazos, desesperados. Las otras bandas presentan dibujos abstractos o de animales, en series de individuos idénticos entre sí. El artista quiere transmitir que solo el hombre es consciente de la muerte.
En este museo encontrarás la colección más extraordinaria del mundo de ánforas de cerámica pintadas, uno de los productos más típicos del arte griego. Pero te darás cuenta fácilmente de que no se trata de productos cotidianos, como nuestra vajilla, sino de verdaderas obras de arte, obra de hábiles artesanos y exportadas por todo el mundo antiguo. Pero, ¿cómo han conseguido llegar hasta nosotros y para qué servían?
Las ánforas pintadas eran productos de lujo, fabricadas para hacer buenos regalos, dedicarlas a algún dios en un templo, premiar al ganador de una competición o acompañar al difunto en el descanso eterno. Y precisamente las ánforas que se colocaron en tumbas son las que han llegado hasta nosotros.
Curiosidad: tal vez ya sepas que los dibujos que se plasman en las bandas decorativas en forma de serpentina, formando motivos en ángulos rectos, se llaman meandros. Lo que probablemente no sepas es que el término deriva del río Meandro, en Turquía, famoso por tener un curso muy sinuoso.