Te encuentras frente a otra de las obras maestras del museo: la majestuosa estatua de bronce conocida como Efebo de Anticitera. Sufrió el destino de otras tantas estatuas de bronce y se recuperó en el siglo XX, en el mar de la pequeña isla de Anticitera, entre los restos del naufragio de un barco romano que lo llevaba a Italia junto con otras esculturas de bronce y mármol.
La obra se atribuye a Eufránor y data de alrededor del año 335 a. C. La estatua mide un metro y noventa y seis centímetros de altura, se encontró dividida en numerosas piezas y se recompuso definitivamente en 1953.
Está claro que el joven tenía un objeto en la mano, pero no sabemos cuál, por lo que es imposible ponerle nombre al héroe representado. Entre las diversas interpretaciones, hay quienes afirman que se trata de Perseo, que mató a la terrible Medusa cortándole la cabeza plagada de serpientes, que ahora mostraría como un trofeo. Otra hipótesis se refiere al famoso mito de Paris, considerado el más bello entre los hombres, inmortalizado en el momento de entregar una fruta de oro a Afrodita. Pero en ambos casos faltan algunas características clásicas de los héroes. Otros argumentan que también puede ser un atleta que muestra un trofeo.
Observa la representación segura del cuerpo, de musculatura sólida y movimientos perfectamente equilibrados. El hermoso joven está firmemente apoyado sobre la pierna izquierda, con la derecha flexionada al final de la zancada. El brazo izquierdo se extendía a lo largo del cuerpo, y el derecho, en tensión, sujeta el objeto que actualmente se encuentra desaparecido. Observa la mirada del héroe, que conserva los expresivos ojos de pasta vítrea, de gran importancia para dotar de vida a la obra.
Curiosidad: durante la recuperación de la estatua, también se encontró el famoso mecanismo de Anticitera, que se encuentra en la sala 38 del museo. El mecanismo, del que también verás una reconstrucción en funcionamiento, es la calculadora mecánica más antigua conocida, data de entre los años 150 y 100 a. C. o, de acuerdo con hipótesis más recientes, del 250 a. C.
Se trata de un planetario sofisticado, impulsado por ruedas dentadas, que se utilizaba para calcular la salida del sol, las fases de la luna, los movimientos de los cinco planetas entonces conocidos, los equinoccios, los meses, los días de la semana y las fechas de los Juegos Olímpicos.