Continuamos con los frescos de Giotto en la última pared de la iglesia.
La muerte del caballero de Celano cuenta la repentina muerte de un hombre que Francisco había invitado a almorzar. Observa al fraile que hay sentado en la mesa, casi molesto por el triste acontecimiento, la actitud sosegada de San Francisco y el grupo de familiares reunidos alrededor del moribundo.
En el fresco Aparición de Francisco durante el Capítulo de Arlés, se puede apreciar la capacidad de Giotto para pintar un espacio casi real y habitable, con la iglesia abierta para permitirnos ver el interior. Pero también observa cómo retrata las diferentes actitudes de los frailes; uno de ellos parece estar dormido.
El fresco titulado Francisco recibe los estigmas está ambientado en una iglesia, al final de la nave. Sobre la viga cuelga un crucifijo entre dos pinturas, como en El belén de Greccio, pero en este caso visto de frente. A la izquierda del crucifijo cuelga una lámpara con varias lucernas de aceite. Para encenderlas, había que bajarlas con una polea. En primer plano, el clero verifica los estigmas en las manos y el costado del santo después de su muerte. Destaca el personaje vestido de rojo, en la parte inferior izquierda, con una poderosa energía en la pose y en la vestimenta. Puede que lo pintara el mismo Giotto en persona, mientras que sus ayudantes realizaron los demás.
En estas últimas pinturas es posible que Giotto, sobrecargado de proyectos, solo realizara el diseño y rara vez interviniera personalmente en la ejecución. Por último, quiero señalarte un detalle interesante en el último episodio titulado Pedro de Alife recobra la libertad. En Roma, hay dos altísimas y colosales columnas talladas que representan las hazañas de los emperadores romanos. Pues bien, la columna en forma de espiral de color rojo y blanco se inspira precisamente en ellas.
Curiosidad: en el famoso libro del Decamerón, el gran escritor del siglo XIV, Boccaccio, cuenta que Giotto era tan habilidoso en imitar la naturaleza que quienes contemplaban sus obras confundían la realidad con lo que estaba pintado. Esto significa que sus coetáneos comprendieron de inmediato el increíble paso adelante que dio Giotto en la representación de la realidad, con la que los espectadores de la época quedaron profundamente impresionados.