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La imponente fachada de mármol blanco de finales del siglo XIX contrasta con la simplicidad de los edificios medievales circunstantes, resultado de largos cambios que empezaron hace 3.000 años, cuando este lugar ya estaba habitado.

La catedral, dedicada a San Alejandro, patrón de Bérgamo, se erigió justo después de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial, en el barrio más importante de la ciudad romana, por el que pasaba también una calle comercial con tiendas, talleres de artesanos y viviendas. No obstante, después del siglo XII, la iglesia se reconstruyó en estilo románico, al mismo tiempo que se edificaba la cercana Santa María Maggiore.

En 1459, se iniciaron las primeras labores de ampliación bajo la dirección de uno de los arquitectos más famosos del Renacimiento, el florentino Filarete, que diseñó un edificio magnífico. Se completó la capilla del lado izquierdo, dedicada a Santa Catalina y San Jerónimo pero, desafortunadamente, la obra se interrumpió debido a la muerte de Filarete.

Después de algunas pequeñas intervenciones, la reforma se retomó en 1611, y en 1693 se consagró la catedral actual, dedicada a San Alejandro, que se volvió a modificar a finales del siglo XIX con la construcción de la fachada actual.

El interior es muy luminoso, amplio y solemne, dominado por la pintura blanca de las paredes sobre las que serpentean elegantes adornos dorados.

Entre los fantasiosos cuadros del siglo XVIII que alaban a los santos mártires, te invito a buscar Il martirio di San Giovanni Vescovo, de Giovanni Battista Tiepolo: más que un martirio, parece una obra de teatro, con el ángel que desciende de cabeza. Estoy seguro de que no te decepcionará.

Tampoco te pierdas el coro de madera del siglo XVII que se encuentra detrás del altar, y la ostentosa cátedra episcopal esculpida por Andrea Fantoni. Además, si prestas atención, descubrirás que en la iglesia hay nada más y nada menos que tres órganos, de los más valiosos de Italia.

Curiosidad: San Alejandro era un soldado romano que fue condenado a muerte por ser cristiano. Según la leyenda, cuando el verdugo estaba a punto de matarlo, le pareció que Alejandro era tan grande como una montaña. El verdugo se quedó paralizado y el santo consiguió huir. Por tanto, Alejandro fue ajusticiado tras ser capturado por segunda vez.

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