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En el interior de la iglesia, tendrás que fijarte con atención para reconocer la planta románica original: allá donde mires, triunfa una sensación de riqueza arrolladora entre el resplandor de oros y estucos en relieve de épocas posteriores. De hecho, desde finales del siglo XVI, se ha transformado y adornado la iglesia de forma suntuosa.

Las decoraciones posteriores cubrieron algunas pinturas medievales que se encontraban junto a los portales que, de todas formas, se han recuperado con las restauraciones. Las reconocerás si observas las figuras realizadas de forma natural, con colores planos y composición simple.

En gran fresco del Árbol de la vida, obra de un discípulo de Giotto, está cubierto parcialmente por decoraciones posteriores, mientras que los frescos de La Última Cena y otros con curiosas escenas de la vida de los santos son fácilmente reconocibles.

 

De las paredes cuelgan 25 enormes y magníficos tapices que aportan un toque lujoso: se trata de tejidos elaborados con telar manual, entrelazando hilos de lana, de seda de colores y de oro y plata, obra de las célebres manufacturas de Florencia y del lejano Flandes.

Siguiendo los tapices, encontrarás un magnífico confesionario, ricamente decorado con estatuas. Se trata de una obra maestra de Andrea Fantoni, un habilidoso escultor de los valles bergamascos, realizado a principios del siglo XVIII con madera de nogal oscura y con madera de boj, de un color más claro.

Las estatuas y las esculturas ensalzan el sacramento de la confesión y sobre ellas se alza la imagen de Dios Padre.

 

Entre las personas enterradas en esta iglesia, se encuentra el gran compositor bergamasco Gaetano Donizetti.

Curiosidad: en el siglo XV, los asientos del coro de las iglesias se decoraban con valiosas taraceas, es decir, composiciones de pequeños trozos de madera de distintos colores, que normalmente formaban dibujos geométricos, sin figuras ni paisajes. Sin embargo, bajo la balaustrada que separa el coro de la iglesia, podrás descubrir una verdadera obra maestra: cuatro historias de la Biblia realizadas con innumerables trocitos de madera de distintos tipos y colores: pardos, amarillos, verdes, blancos, dorados... hasta el punto de que parecen cuadros pintados, con mínimos detalles y matices infinitos. Los realizaron, a partir de 1524, el gran pintor veneciano Lorenzo Lotto y el experto taraceador bergamasco Giovan Francesco Capoferri. Normalmente están cubiertos por paneles, pero los puedes contemplar en los días festivos.

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