Este pequeño pueblo se extiende a lo largo del escarpado valle del antiguo torrente Rio Major, del que toma su nombre. Tiempo atrás, el torrente se enterró y su lugar ahora lo ocupa la calle principal del pueblo.
La fundación de Riomaggiore data del año mil aproximadamente. Antes, las costas de Liguria estaban infestadas de piratas turcos, por lo que la población vivía en la montaña por miedo a los saqueos. Sin embargo, cuando Génova se convirtió en una gran potencia marítima, la costa se volvió más segura y surgieron los primeros asentamientos.
Sin embargo, los corsarios seguían siendo un peligro, por lo que todos estos pueblos estaban fortificados, incluido Riomaggiore: en 1260 se construyó el pequeño castillo que ahora es la sede del ayuntamiento.
La belleza de Riomaggiore, como del resto de pueblos que conforman Cinque Terre, reside en sus coloridas casas-torre, pegadas unas con otras y dispuestas en largas filas, divididas únicamente por estrechos callejones llamados carruggi. Te aconsejo que los explores con calma para captar su poesía y descubrir sus numerosos rincones llenos de encanto.
En lo alto del pueblo se encuentra la iglesia de tres naves de San Juan Bautista, que data de 1340. Sin embargo, la iglesia más antigua es la de San Antonio, en el centro del pueblo, construida por los habitantes en el siglo XIII. Todo lo que ves lo han construido los propios vecinos, como el oratorio de Santa Maria Assunta, que data del siglo XVI. Conserva tres cuadros de valor y una talla de la Virgen, que se sacaba en procesión para pedirle que los protegiera de los piratas.
Cuando llegues al pequeño y precioso puerto para los barcos pesqueros, verás dos senderos excavados en la roca. El de la derecha es la famosa Via dell'Amore, construida en el siglo XX, que llega hasta Manarola. Aunque actualmente el sendero esté cortado, te aconsejo que recorras el tramo abierto porque ofrece unas vistas increíbles.
En cambio, el sendero de la izquierda conduce a una preciosa playa, apartada del pueblo, donde podrás darte un baño si el tiempo lo permite.
Me despido con una curiosidad: recorrer el viejo sendero que llega hasta Manarola, sobre las colinas, era tan agotador que la comunicación entre los dos pueblos era casi inexistente; tanto es así que, a pesar de la corta distancia que los separa, se hablan dos dialectos distintos.