el Palacio de los Normandos, con la extraordinaria Capilla Palatina.
El imponente Palacio de los Normandos, que actualmente alberga la Asamblea Regional Siciliana, tiene una larga y compleja historia. Se levanta en el lugar más alto de la ciudad, donde probablemente, primero los cartagineses y luego los romanos, construyeron sus estructuras defensivas. Más tarde los árabes, que ocuparon Sicilia e hicieron de Palermo su espléndida capital, construyeron en esta zona el Qasr, es decir, el castillo. Por último, llegaron los normandos, que expulsaron a los árabes y reconstruyeron la ciudad.
Por tanto, el edificio que se ve hoy en día es fundamentalmente el que diseñó Roger II el Normando que, después de su investidura como rey de Sicilia en 1130, trasladó su corte allí y lo convirtió en un palacio de legendaria belleza, como se puede ver aún hoy en las únicas salas que han sobrevivido de aquella época: el Salón de Roger y la Capilla Palatina.
El período de esplendor continuó con el emperador Federico II, cuya corte desempeñó un papel cultural de primer orden en Italia y Europa.
Más tarde, después de siglos de abandono, desde 1555 el palacio sirvió como residencia del virrey español. Las estructuras militares se desmantelaron, se construyeron los impresionantes patios interiores con pórticos y, en 1616, se realizó la fachada renacentista que da a la plaza del Parlamento.
En el siglo XVIII se hicieron nuevos cambios en el interior, mientras que en el siglo XIX el exterior se restauró y enlució en estilo pseudo-árabe-normando, con el resultado que todavía se puede ver hoy en día. En 1921 comenzaron las obras para redescubrir y valorizar los elementos medievales, eliminados desde la época española, y desde 1947 el Palacio se ha convertido en la sede de la Asamblea Regional Siciliana.
El aspecto exterior es aún más o menos el de la época normanda, reconocible en el simple paralelepípedo de la Torre Pisana, cuya fachada de piedra se articula en cuatro plantas y está apenas decorada por los habituales arcos ciegos de estilo árabe en los que se abren las ventanas.
Curiosidad: una de las piezas más impresionantes que se conservan en el palacio es un maravilloso carruaje barroco de finales del siglo XVIII, perteneciente al príncipe de Butera, y apodado «carroza de oro» desde que se utilizara en 1968 durante el rodaje de la película La carroza de oro, de Jean Renoir.